La maldita realidad
Margaret Thatcher -a quien más admiro y añoro conforme pasan los años- decía que el verdadero enemigo del socialismo no era el capitalismo, sino la realidad. Es que los hechos tienen la mala costumbre de ser porfiados y, como el buen vino, mostrarse mejor con el tiempo. Por eso, las ideologías se llevan mal con ellos, aunque intentan dominarlos siempre encuentran un intersticio para aparecer y derrumbar los castillos de naipes que estas construyen.
Algo, o mucho, de esto es lo que hemos visto con los incendios. Durante años los principales dirigentes del actual gobierno transmitieron una visión romántica de la violencia en el sur, sistemáticamente negaron el terrorismo, el propio Presidente Boric se identificó con la llamada “causa” mapuche, miraron al Estado de Chile como opresor, un mero instrumento de intereses capitalistas, guardián de la explotación de la naturaleza que realizarían las empresas forestales. Entre otras cosas, su proyecto político consistía en alcanzar el poder para llevar “justicia a los territorios”.
Entonces, ahora que están en el poder y tienen que hacerse cargo de la seguridad de las personas, del orden público, el empleo y la economía en general, les resulta complicado reconocer que cientos de miles de hectáreas de bosques sean quemadas intencionalmente dañando no solo a las forestales, sino a cientos o miles de familias modestas, trabajadores que pierden la vida en algunos casos y en otros, lo poco que han logrado tener con un esfuerzo gigantesco. Literalmente son crímenes que tienen un solo nombre: terrorismo. Y que deben ser perseguidos con toda la fuerza del Estado y el rigor de la ley.
Es complicado aceptar esto y, a veces, más aún los expone al ridículo, porque contrastar algunos videos del pasado con otros del Presidente, en el contexto de la tragedia actual, felicitando a bomberos, solicitando al Congreso que se decrete estado de emergencia para entregar el control del orden público a las Fuerzas Armadas, sería para la risa si la tragedia no fuera para llorar, como efectivamente es.
Entonces, viene lo que yo llamaría la fase grotesca de todo enfrentamiento entre la ideología y la realidad, cuando es necesario negar lo que es evidente para la generalidad de las personas. Ese es el momento en que los gobernantes de la izquierda latinoamericana pierden el poder a fuerza de hacer el ridículo -parece ser el destino de nuestro vecino trasandino- o mutan y se convierten en dictaduras como en Nicaragua, por citar el caso de moda.
El Presidente Boric puede tener muchas carencias, pero no tiene pasta de dictador, ha girado a su administración hacia la negación, ofreciendo las explicaciones más estrambóticas de las causas y trasladando la responsabilidad hacia las víctimas. Cuando lo dijo el Fiscal Nacional, constatando una realidad jurídico procesal obvia, fue objeto de una andanada de descalificaciones.
Esta semana llegamos al paroxismo: se enfrentaron la maldita realidad y los conejos. En el gobierno ganaron los conejos.