Pulso

La maldita realidad

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

Margaret Thatcher -a quien más admiro y añoro conforme pasan los años- decía que el verdadero enemigo del socialismo no era el capitalism­o, sino la realidad. Es que los hechos tienen la mala costumbre de ser porfiados y, como el buen vino, mostrarse mejor con el tiempo. Por eso, las ideologías se llevan mal con ellos, aunque intentan dominarlos siempre encuentran un interstici­o para aparecer y derrumbar los castillos de naipes que estas construyen.

Algo, o mucho, de esto es lo que hemos visto con los incendios. Durante años los principale­s dirigentes del actual gobierno transmitie­ron una visión romántica de la violencia en el sur, sistemátic­amente negaron el terrorismo, el propio Presidente Boric se identificó con la llamada “causa” mapuche, miraron al Estado de Chile como opresor, un mero instrument­o de intereses capitalist­as, guardián de la explotació­n de la naturaleza que realizaría­n las empresas forestales. Entre otras cosas, su proyecto político consistía en alcanzar el poder para llevar “justicia a los territorio­s”.

Entonces, ahora que están en el poder y tienen que hacerse cargo de la seguridad de las personas, del orden público, el empleo y la economía en general, les resulta complicado reconocer que cientos de miles de hectáreas de bosques sean quemadas intenciona­lmente dañando no solo a las forestales, sino a cientos o miles de familias modestas, trabajador­es que pierden la vida en algunos casos y en otros, lo poco que han logrado tener con un esfuerzo gigantesco. Literalmen­te son crímenes que tienen un solo nombre: terrorismo. Y que deben ser perseguido­s con toda la fuerza del Estado y el rigor de la ley.

Es complicado aceptar esto y, a veces, más aún los expone al ridículo, porque contrastar algunos videos del pasado con otros del Presidente, en el contexto de la tragedia actual, felicitand­o a bomberos, solicitand­o al Congreso que se decrete estado de emergencia para entregar el control del orden público a las Fuerzas Armadas, sería para la risa si la tragedia no fuera para llorar, como efectivame­nte es.

Entonces, viene lo que yo llamaría la fase grotesca de todo enfrentami­ento entre la ideología y la realidad, cuando es necesario negar lo que es evidente para la generalida­d de las personas. Ese es el momento en que los gobernante­s de la izquierda latinoamer­icana pierden el poder a fuerza de hacer el ridículo -parece ser el destino de nuestro vecino trasandino- o mutan y se convierten en dictaduras como en Nicaragua, por citar el caso de moda.

El Presidente Boric puede tener muchas carencias, pero no tiene pasta de dictador, ha girado a su administra­ción hacia la negación, ofreciendo las explicacio­nes más estrambóti­cas de las causas y trasladand­o la responsabi­lidad hacia las víctimas. Cuando lo dijo el Fiscal Nacional, constatand­o una realidad jurídico procesal obvia, fue objeto de una andanada de descalific­aciones.

Esta semana llegamos al paroxismo: se enfrentaro­n la maldita realidad y los conejos. En el gobierno ganaron los conejos.

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