El petróleo ruso sigue fluyendo, y eso es lo que quiere Occidente
La táctica petrolera de Occidente contra Rusia parece estar funcionando. En los últimos meses, el grupo de los siete países más ricos (G7) impuso un nuevo límite de precios a la venta mundial de crudo y productos refinados rusos, mientras que la Unión Europea (UE) prohibió la mayor parte de las importaciones de petróleo ruso. El objetivo de ambas medidas era frenar los ingresos energéticos de Moscú, sin ahogar el suministro mundial y disparar los precios.
De momento, los primeros datos sobre las exportaciones y los precios de la energía rusa sugieren que las dos medidas están manteniendo el flujo de petróleo y la estabilidad de los precios mundiales, al tiempo que reducen las arcas de Moscú.
A principios de mes, Rusia anunció que reduciría su producción en 5% durante marzo, como respuesta a las sanciones. Los analistas se han mostrado divididos sobre si la medida pretendía apuntalar los precios o era un reconocimiento de que Moscú tenía dificultades para encontrar compradores.
Lo que más importaba a los funcionarios occidentales y a los expertos del mercado del petróleo: no fue un recorte lo suficientemente grande como para impulsar los precios mundiales del petróleo.
“Se pueden criticar fácilmente las sanciones occidentales en general”, afirmó Henning Gloystein, director de Energía de la consultora Eurasia Group. “Pero las sanciones petroleras tenían como objetivo tanto limitar los ingresos rusos, como no perturbar el mercado. Hasta ahora, eso ha funcionado”, indicó.
La limitación de precios consiste en prohibir a las aseguradoras, financieras y transportistas occidentales, en los que se basa gran parte del comercio mundial de petróleo, el transporte marítimo de crudo ruso, a menos que se venda por debajo de US$60 el barril. La sanción experimental fue el resultado de meses de regateo entre diplomáticos estadounidenses y europeos. Los analistas y funcionarios de la industria petrolera se mostraron muy escépticos sobre su aplicación práctica.
Todavía pueden salir muchas cosas mal. Los precios mundiales del petróleo han bajado recientemente por la preocupación que suscita el crecimiento económico en Europa y Estados Unidos. Mientras tanto, China ha eliminado la mayoría de las restricciones impuestas por el Covid-19, lo que podría reactivar su propia economía e impulsar la demanda de crudo.
La producción rusa, por su parte, también puede empezar a caer más de prisa de lo que pretende Occidente, presionando los precios. Según los analistas, las sanciones impuestas por separado a las importaciones de tecnología están dificultando la extracción y el mantenimiento de los yacimientos. Rusia se ha comprometido a no vender petróleo a compradores que respeten el tope de precios.
Hasta ahora, sin embargo, las exportaciones rusas de crudo están resistiendo. En enero aumentaron a 5,1 millones de barriles diarios, frente a los 4,8 millones de diciembre, según la Agencia Internacional de la Energía. Un informe publicado la semana pasada por un grupo de economistas especializados en Rusia que analizan datos aduaneros, concluye que Moscú ha podido
redirigir las exportaciones de crudo de Europa a mercados alternativos.
Los investigadores también descubrieron que los ingresos por exportación se habían reducido sustancialmente, aunque cuestionaron que el petróleo ruso se comercializara tan barato como muchos creen.
El año pasado, las ganancias inesperadas de las exportaciones de energía a precios elevados amortiguaron el golpe económico de otras sanciones impuestas a Moscú tras su invasión a Ucrania. Este año, las cosas empiezan de otra manera.
Los ingresos rusos por petróleo y gas na