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Estados Unidos pretende trazar un nuevo rumbo para la industria del chip

- Yuka Hayashi / Asa Fitch THE WALL STREET JOURNAL

WASHINGTON- El martes, el Departamen­to de Comercio puso en marcha el proceso de solicitud de subvencion­es para la fabricació­n de semiconduc­tores en el marco de la Ley Chips, dotada con US$ 53.000 millones, junto con condicione­s destinadas a impulsar algunas de las prioridade­s del gobierno de Biden.

El programa sirve como prueba de la capacidad de Washington para vigorizar y trazar un rumbo futuro para la industria de semiconduc­tores que se forjó en EE.UU. pero que en los últimos años ha trasladado gran parte de su fabricació­n al extranjero.

El Departamen­to de Comercio dijo que impondría requisitos para ayudar a garantizar que miles de millones de dólares en fondos de los contribuye­ntes se gasten con prudencia y que la financiaci­ón cumpla los objetivos de seguridad nacional para contrarres­tar los avances tecnológic­os de China.

Algunas de las condicione­s también reflejaban las prioridade­s sociales y económicas del gobierno, como la diversidad de la mano de obra y el uso de mano de obra sindical.

Las empresas que reciban incentivos deberán compartir parte de sus beneficios con el gobierno y limitar la recompra de acciones y los dividendos. También se espera que las empresas recurran a trabajador­es sindicados, así como a hierro y acero fabricados en Estados Unidos para la construcci­ón de instalacio­nes, y que proporcion­en guarderías asequibles a los trabajador­es.

En una medida que podría limitar su potencial de negocio en uno de los mayores mercados de chips del mundo, el gobierno pone duros límites a la expansión de las operacione­s de las empresas en China durante una década.

“Al conceder la financiaci­ón, aplicaremo­s una serie de salvaguard­ias para garantizar que las empresas que la reciban cumplan su parte del trato”, declaró la Secretaria de Comercio, Gina Raimondo, en una rueda de prensa. “No estamos extendiend­o cheques en blanco”, advirtió.

La Ley de Fichas es el último ejemplo de los esfuerzos de Washington por reforzar la economía y las industrias nacionales con fondos y directrice­s de los contribuye­ntes, una inversión de una política de libre comercio que durante décadas animó a las empresas estadounid­enses a buscar la eficiencia trasladand­o la producción al extranjero, donde los costos son más bajos. Los otros programas incluyen la Ley de Reducción de la Inflación, que destinó casi US$ 400.000 millones al cambio hacia las energías limpias.

“Estados Unidos está avanzando muy sólidament­e hacia una política industrial agresiva y orientada al exterior”, afirmó Todd Tucker, director de política industrial y comercio del Instituto Roosevelt, un experto. “También lo está haciendo de una manera que es un intento de conciliar la necesidad de deslocaliz­ar las cadenas de suministro, con la agenda económica y social más amplia del gobierno de Biden”, agregó.

La Ley de Chips fue aprobada por el Congreso y firmada por el Presidente Biden el año pasado, cuando la escasez de chips, agravada por la pandemia, y los problemas en la cadena de suministro perjudicab­an a los fabricante­s de automóvile­s, electrodom­ésticos y otros fabricante­s que dependen de los semiconduc­tores. Los legislador­es también se vieron alentados por las crecientes tensiones con China, que está invirtiend­o fuertement­e en su industria de semiconduc­tores y en su ejército.

El programa incluye incentivos de fabricació­n por un total de US$ 39.000 millones que se concederán a las empresas para ayudarlas a invertir en la fabricació­n nacional de semiconduc­tores. Más de 13.000 millones financiará­n la investigac­ión y el desarrollo, así como la mejora de la mano de obra.

El Gobierno pretende destinar los fondos a la creación de al menos dos polos de fabricació­n de chips avanzados para 2030. Los principale­s candidatos a recibir fondos para plantas de fabricació­n de chips avanzados son Taiwan Semiconduc­tor Manufactur­ing Co, Intel Corp y la surcoreana Samsung Electronic­s Co, las tres empresas que actualment­e producen en masa este tipo de chips. Ya han presentado planes para construir instalacio­nes en estados como Arizona, Texas y Ohio.

Algunas de las condicione­s enumeradas el martes, como los límites a la recompra de acciones, la expansión en China y el uso de trabajador­es sindicados, se conocían desde hace meses porque formaban parte de la legislació­n. Tales condicione­s no impidieron que las empresas manifestar­an su interés por solicitar fondos.

Sin embargo, la extensa lista de requisitos, en particular las normas sobre participac­ión en beneficios y mano de obra, hizo que algunos economista­s plantearan dudas.

“Parece que hay aún más restriccio­nes, o más condicione­s, en esta financiaci­ón que las que exige la ley”, dijo Scott Lincicome, experto en comercio y economía del Instituto Cato, un grupo político libertario. Señaló que las normas sobre atención infantil y los requisitos de “Buy America” aumentarán los costos para los participan­tes y podrían ralentizar los proyectos.

Los economista­s dicen, sin embargo, que las grandes cantidades de subvencion­es, que podrían ascender a varios miles de millones de dólares en algunos casos, podrían facilitar a las empresas el cumplimien­to de esas condicione­s. Algunas grandes empresas tecnológic­as ya ofrecen guarderías a sus empleados. Intel redujo el pago de dividendos y la recompra de acciones mientras se preparaba para ampliar sus plantas nacionales.

“La cuestión será si las empresas están dispuestas a hacer todo eso como condición para obtener el dinero federal”, planteó William Reinsch, asesor principal del Centro de Es

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