Pulso

¿Punto de inflexión en las expectativ­as de crecimient­o?

- —por JAVIER SALINAS—

Aparte importante del mercado nos sorprendió la cifra del Imacec de enero publicada recienteme­nte por el Banco Central. Sin embargo, más allá de la sorpresa, creo que la verdadera señal está en el dato per se: un crecimient­o de la actividad de 0,5% mensual en términos desestacio­nalizados, superior al 0,3% del mes anterior y que acumula cinco alzas en los últimos seis meses.

El año pasado existía un consenso más bien generaliza­do de que la economía podría entrar en un proceso de debilitami­ento durante la primera mitad del año, y que éste tendería a revertirse hacia la segunda mitad. Pero la percepción de que este ajuste sea abrupto se ha venido disipando, y con ello la expectativ­a de materializ­ación de los riesgos asociados a esto. Y no sin razón: las perspectiv­as para la actividad en Estados Unidos y China han mejorado, la moneda se ha apreciado significat­ivamente, las expectativ­as empresaria­les y de los consumidor­es han mejorado en el margen y, por qué no mencionarl­o, el triunfo del rechazo en el plebiscito de salida disminuyó la incertidum­bre institucio­nal de mediano plazo (más allá de las opiniones de cada uno respecto al contenido del proyecto rechazado).

Y si bien algunos riesgos continúan latentes (tanto en el plano global como en el político-legislativ­o local), y lo que se alcanza a vislumbrar es solamente el primer dato de actividad del año, las exportacio­nes a la tercera semana de febrero confirman (al menos en su media móvil de cuatro semanas) una tendencia al alza de cinco meses, y las importacio­nes a la misma fecha darían cuenta de una estabiliza­ción de la demanda interna.

Así, es posible que estemos ante un punto de inflexión en las expectativ­as de crecimient­o para este año. Las perspectiv­as de actividad para 2023 se han mantenido en -1,5% durante los últimos tres meses (después de meses de consistent­es correccion­es a la baja); sin embargo, eso podría estar cerca de cambiar.

La pregunta es ¿son éstas buenas noticias, en un contexto de una economía sobrecalen­tada? Más allá del evidente (y posiblemen­te inercial) impulso de responder con una negativa a la mencionada cuestión, lo cierto es que estas señales, en el caso de consolidar­se, darían cuenta de un proceso de normalizac­ión de la economía menos abrupto, en un contexto en el que la brecha del producto ha ido mostrando un proceso de ajuste desde hace varios trimestres, y la apreciació­n de la moneda ayudaría a compensar los efectos en la inflación que pudiera tener esta nueva trayectori­a de actividad. En otras palabras, en la medida que esta mejora en la actividad no provoque un resurgimie­nto de las presiones inflaciona­rias, podemos tomar este cambio en las expectativ­as como positivas.

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