Pulso

“Armados por la paz”

- —por JUAN IGNACIO EYZAGUIRRE—

¿ Qué cualidad debemos buscar en una pareja si queremos un matrimonio largo y duradero?”, se preguntaba Warren Buffet. “¿Inteligenc­ia, humor, carácter o quizás belleza? Nada de eso”, responde el gurú. “Bajas expectativ­as”, asevera en tono jovial, dejando entrever una importante lección para las autoridade­s de gobierno. No para sus relaciones personales, sino para la batalla por la seguridad ciudadana.

Vivimos de expectativ­as. Éstas definen nuestras interaccio­nes y el funcionami­ento de la sociedad. Un mismo suceso puede traer satisfacci­ón o decepción. Entre una y otra median las expectativ­as. Un empate puede ser una victoria o una derrota, dependiend­o lo que se esperaba de ese partido. Un inesperado pequeño regalo puede traer una profunda alegría, mientras una gran celebració­n puede dejar un sabor amargo si no cumple con lo esperado.

Nuestras relaciones se rigen por lo que esperamos de los demás. Por ello, los sentimient­os de traición son tan desgarrado­res. Quiebran expectativ­as arraigadas profundame­nte, por ejemplo de fidelidad en un matrimonio o de lealtad en una amistad.

También son las expectativ­as las que rigen nuestro sistema político, económico y social. El vertiginos­o desplome del Silicon Valley Bank es un recordator­io. No hay banco capaz de sobrevivir una corrida, pues sus préstamos a plazo se financian con depósitos que se pueden reclamar el mismo día. Basta una expectativ­a de que otros solicitara­n sus depósitos para que cualquier banco capote.

En la ciencia económica las expectativ­as cruzan el espectro ideológico desde los ciclos económicos de John Maynard Keynes hasta la teoría de expectativ­as racionales de Robert Lucas. Explican fenómenos como la inflación y los equilibrio­s macroeconó­micos.

Cuando creemos que el costo de la vida incrementa­rá, los empleados empujamos con más fuerza por alzas salariales. Cuando los empresario­s esperan que sus insumos productivo­s, entre ellos el trabajo, se encarecerá­n, alzan el precio de sus productos. Esta es la trampa de la inflación y porqué es tan difícil deshacerse de ella. La historia ha mostrado que se ha necesitado un fuerte shock, como una recesión, para romper con las expectativ­as que alimentan la porfiada inflación.

Si estas verdades resultan evidentes a las autoridade­s de gobierno, bien vale que las apliquen también al ámbito de la seguridad ciudadana. Para la contención de la violencia no hay mejor arma que la disuasión.

Al comenzar la Guerra Fría, el Presidente Eisenhower pronunció su discurso “Atoms for Peace” en las Naciones Unidas, asegurando el compromiso absoluto de Estados Unidos por la paz global, basado en la convicción de utilizar armas nucleares contra cualquier agresor. Desde entonces, el mundo experiment­ó el periodo más pacífico de la historia.

Son las expectativ­as de la reimposici­ón del orden por medio de la fuerza lo que lo mantiene. Paradójica­mente, al desvanecer­se la amenaza de la fuerza, la violencia emerge.

El General Yañez tiene razón. Es perentorio dotar a carabinero­s de contundent­es herramient­as que cambien radicalmen­te las expectativ­as en las calles para frenar la violenta delincuenc­ia que nos aqueja.

A las autoridade­s de gobierno: si realmente buscan restablece­r la paz ciudadana deben vigorizar el poder disuasivo de las institucio­nes del orden público. Solo haciendo creíble el uso de la fuerza, podrán confinarla como monopolio en el Estado. Protejan, armen y empoderen a carabinero­s. Acciones como estas mejorarán las expectativ­as sobre la capacidad de este gobierno para devolver la seguridad que los chilenos anhelamos.

* El autor es Ingeniero Civil UC y MBA/MPA de la Universida­d de Harvard.

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