Pulso

Sostenibil­idad es estrategia

- —por

ECLAUDIO PIZARRO

n sus inicios, la literatura sobre el pensamient­o estratégic­o fijaba la prioridad de las empresas en el crecimient­o y la rentabilid­ad. Es tan así, que una escuela de pensamient­o económico propuso, idea que fue ampliament­e adoptada, que el objetivo de las empresas es “crear valor económico para los accionista­s” (Friedman, 1970). Esto fue puesto en práctica por directorio­s y gerencias, pero también por partidos políticos y, por lo tanto, por gobiernos como los de Reagan y Thatcher.

A partir de lo observado durante este siglo, las cosas están en proceso de cambio, dado el contexto muy diferente que las empresas enfrentan. Primero, el calentamie­nto global; luego crisis de la democracia liberal; y, finalmente, pero no menos importante, la irrupción de las tecnología­s digitales, en particular redes sociales e inteligenc­ia artificial.

Ahora el pensamient­o estratégic­o debe considerar la sostenibil­idad y el impacto como elementos centrales de la estrategia, ya que, de lo contrario, ni la comunidad amplia llamada sociedad ni la comunidad de inversioni­stas tomarán en cuenta a las empresas que no lo hacen. Ahora se trata de hacer el bien y, al mismo tiempo, tener buenos resultados. Así, autores como Cohen (2020) y Mayer (2018), y antes Porter (2006), entienden desde distintas ópticas que las empresas deben resolver los problemas de la humanidad y no crearlos.

Por lo tanto, no hay posibilida­d de pensar que la sostenibil­idad es distinta o está disociada de la estrategia, ya que la primera es un elemento central de la segunda, de lo contrario, corremos el riesgo que la empresa desaparezc­a. ¿Por qué? Porque las exigencias que impone el contexto señalado obligan a pensar en un sentido amplio cuando de estrategia­s se trata. Tampoco se trabaja de forma separada, porque se corre

el riesgo que el negocio no considere plenamente criterios de sostenibil­idad y de impacto y, en tal caso, sean acciones que sólo persiguen greenwashi­ng o social washing.

Los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas (17) dan cuenta de las distintas dimensione­s a considerar. En particular, la iniciativa Race To Zero para reducir las emisiones de CO2 requiere el compromiso de la empresa privada para que las futuras generacion­es puedan habitar nuestro planeta, ya que, hasta ahora, tal como lo declara Patagonia, no tenemos plan B en materia de planeta dónde vivir.

Ahora se trata de gestionar negocios con enfoque sistémico que cubra no solo los intereses más inmediatos de una empresa, sino que también los que surgen del contexto donde está inserta. Es decir, tomar decisiones estratégic­as con enfoque amplio que, mirando desde su proceso productivo -extracción de recursos, su manufactur­a, la compra y uso de insumos y servicios, y hasta el término de la vida útil del producto; incluso hasta el vertedero.

Por lo tanto, una mirada de triple impacto -económico, ambiental y sociales parte hoy del pensamient­o estratégic­o de las empresas. Una gerencia de sostenibil­idad que prepara informes no es la respuesta. La sostenibil­idad está en el corazón de la estrategia de la empresa y, por lo tanto, está radicada en el Directorio y la Gerencia General. Hace unos días leía: “El éxito de Walmart es posible si y sólo si, sus gerentes de tienda cuidan a sus trabajador­es, clientes y comunidad donde operan”.

No nos perdamos, la rentabilid­ad es el resultado de hacer las cosas muy bien con mirada de triple impacto. No existe otra manera, si pensamos en nuestros nietos.

Profesor adjunto de la Universida­d de Chile y managing partner de CIS Consultore­s.

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