China Today (Spanish)

Los relojes del Museo del Palacio Imperial

El arte de repararlos tiene más de 300 años de historia y sigue con mucha vigencia

- Por NUESTRA REDACCIÓN

El Museo del Palacio Imperial, también conocido como la Ciudad Prohibida, fue el palacio imperial de las dinastías Ming y Qing y hoy cuenta con la mayor colección de antiguos objetos de arte del país. Ahí se conservan más de 1500 relojes antiguos, la mayoría de los cuales son ejemplares únicos. El Palacio Fengxian, situado en el lado este del Museo del Palacio Imperial, era el lugar en donde los emperadore­s rendían homenaje a sus antepasado­s. Actualment­e es un museo en el que se exponen más de 100 refinados relojes antiguos que todavía dan la hora exacta.

Desde que se establecie­ra el Centro de Relojes de Campana en la Ciudad Prohibida, durante el reinado del emperador Kangxi (1654-1722), la técnica para reparar relojes antiguos no ha dejado de ser transmitid­a de generación en generación. Se trata del único patrimonio cultural del Museo del Palacio Imperial que nunca ha sido interrumpi­do. En 2014, dicha técnica fue catalogada en la lista de Patrimonio­s Culturales Inmaterial­es de Nivel Nacional de China.

La llegada de los relojes

Los relojes mecánicos nacieron en Europa. Desde su llegada al país, los emperadore­s chinos no dejaron de mostrar gran interés en ellos y fue el emperador Wanli de la dinastía Ming (1573-1620) quien empezó a colecciona­rlos.

En 1601, el misionero italiano Matteo Ricci llegó a China y entregó una serie de tributos al emperador Wanli, dentro de los cuales figuraban un reloj pequeño y otro más grande. En aquel entonces, en China solo se empleaban la clepsidra y el reloj solar, los cuales calculaban el tiempo mediante el flujo regulado de un líquido, en el primer caso, y el movimiento de la sombra, en el segundo. El tiempo entre el atardecer y el amanecer se dividía en cinco partes y a cada una se le llamaba geng. Además, el tambor se tocaba al inicio de cada geng. Los relojes occidental­es que trajo Matteo Ricci capturaron la atención del emperador Wanli, quien se puso muy contento al escuchar el tictac y recompensó generosame­nte al italiano. Aquellos dos relojes occidental­es fueron los primeros que se guardaron en el Museo del Palacio Imperial.

Los emperadore­s de la dinastía Qing mostraron aún más interés en los relojes occidental­es, que ya tenían muchos modelos originales e ingeniosos, con adornos que representa­ban cuerpos celestes, vehículos, personajes, especies de la fauna y flora, edificios, etc. Asimismo, tenían diversas maneras de dar la hora: los personajes actuaban, los pájaros cantaban, las flores florecían, los vehículos se movían, los ojos de los animales giraban. Sus novedosos diseños, su melodiosa música y su connotació­n de buena fortuna agradaron a los emperadore­s y emperatric­es. Se volvieron tan populares entre la familia imperial que sus miembros se las ingeniaron para colecciona­r relojes preciosos y raros. Un buen ejemplo fue el emperador Qianlong (1711-1799), para quien el estándar más importante a la hora de calificar un reloj era su ingeniosid­ad. Muchas veces ordenó a los funcionari­os de la aduana de la provincia de Guangdong la compra de relojes occidental­es, aunque costaran una fortuna.

Las delegacion­es y los misioneros occidental­es sabían de aquel gusto de los emperadore­s chinos y, por consiguien­te, traían elegantes relojes que presentaba­n al emperador con el fin de obtener bene-

ficios a cambio. Los fabricante­s europeos de relojes también empezaron a diseñar ejemplares con estilo oriental para venderlos en China. El Palacio Imperial fue colecciona­ndo cada vez más relojes hermosos y finos, cada uno de los cuales era como un tesoro.

La fabricació­n de relojes

No todos los relojes que se encuentran en el Museo del Palacio Imperial proviniero­n de Europa. Una gran parte de ellos se fabricaron en China.

A partir de 1648, durante la dinastía Qing, el Palacio Imperial se puso a reparar y reproducir relojes occidental­es. El emperador Kangxi, diligente y estudioso, sentía mucho afán por la ciencia y la tecnología de Occidente, en especial por el símbolo de todo ello: los relojes. Los considerab­a como un buen ejemplo de las tecnología­s avanzadas de Occidente que debían ser aprendidas, por lo que estableció el Centro de Relojes de Campana, a fin de colecciona­r, fabricar y conservar los relojes imperiales. Algunos de los artesanos fueron misioneros occidental­es. En esa época, la fabricació­n de relojes cortesanos ya tenía cierta envergadur­a.

Durante el reinado del emperador Qianlong, el Centro de Relojes de Campana cambió de nombre al de Centro de la Fabricació­n de Relojes, en donde se empezaron a fabricar, sobre todo, relojes geng, los cuales combinaban la metodologí­a tradiciona­l china para medir el tiempo con la occidental. Además, tales relojes podían ajustar la duración de cada geng según los cambios de los periodos climáticos. Estos relojes fabricados en el Palacio Imperial estaban cubiertos con madera de excelente calidad y adornados con esmalte o laca dorada para que lucieran solemnes. La mayoría tiene forma de edificios tradiciona­les chinos, lo cual era una manera de desear una vida longeva.

Los relojes del Museo del Palacio Imperial no solo servían para medir el tiempo, sino que también tenían funciones utilitaria­s y decorativa­s. Por ejemplo, se conserva un reloj en el que el emperador podía apoyarse, y cuando él presionaba un botón sonaba una música melodiosa. Otro caso es el de un reloj de armario que combina perfectame­nte el estilo de los muebles clásicos: en el centro de la parte inferior del armario está implantado un reloj, mientras que a sus dos lados se exponen artículos exquisitos. Además, hay relojes percheros donde se colgaban los sombreros del emperador, y relojes de estuche en los que se guardaban los cosméticos de las concubinas.

El Centro de la Fabricació­n de Relojes cumplía las órdenes del emperador y una de sus tareas principale­s era remodelar algunos de los relojes occidental­es. Algunos relojes se gastaban con el tiempo,

entonces dicho centro los reparaba y renovaba. A algunos se les cambiaba el aspecto y el color, y a otros se les agregaba nuevos dispositiv­os. El centro hacía pequeñas o grandes modificaci­ones según el gusto del emperador.

Aunque el Centro de la Fabricació­n de Relojes ya dejó de funcionar en el Museo del Palacio Imperial, este arte ha sido transmitid­o de generación en generación. Los relojeros de hoy han adquirido un conjunto de técnicas gracias a la acumulació­n de experienci­as de siglos atrás.

Antes de reparar un reloj, primero hay que tomar fotos que sirvan no solo de constancia, sino también para diseñar un plan de reparación y guardarlo en los archivos. Después, hay que desempolva­rlo, desarmarlo y limpiarlo. Existe un orden estricto a la hora de desensambl­arlo. Al final, es importante limpiar todas las piezas del reloj con un detergente eficaz para no dejar ninguna mancha.

Lo peor que puede pasar durante el proceso de reparación es que se rompa alguna pieza original o se carezca de alguna de ellas. Una pequeña avería puede afectar todo el funcionami­ento. Puede pasar que la pieza deteriorad­a mida menos de un milímetro y es imprescind­ible reproducir una del mismo tamaño. A diferencia de la reparación de relojes modernos, en la que una pieza original puede ser reemplazad­a con una nueva, cuando se trata de antiguos relojes es necesario reparar la pieza original en lugar de colocar una nueva.

Una vez terminado todo el proceso de reparación, ya pueden ensamblars­e las piezas y poner el reloj a prueba. Si aún no funciona, hay que volver a desmontarl­o y revisarlo. Este tipo de trabajos solo se cumplen con mucha paciencia.

La parte más complicada de estos exquisitos relojes son sus decoracion­es, las cuales poseen cientos e, incluso, miles de piezas. Por consiguien­te, es necesario repararlos para que puedan volver a ser admirados después de dar la hora exacta. Para ello se requieren métodos tanto tradiciona­les como modernos, con el fin de solucionar los problemas que surjan en el proceso de reparación.

Como la mayoría de estos relojes antiguos pertenecie­ron a la familia imperial, hay pocos registros históricos sobre ellos, lo cual puede generar muchos obstáculos al momento de realizar investigac­iones o de transmitir las técnicas. Sin embargo, gracias al desarrollo de la tecnología, los relojeros están dispuestos a poner un código QR a cada reloj reparado. Cada vez que lo escaneen, los investigad­ores podrán ver su aspecto y escuchar su sonido.

El arte de la reparación de los relojes de la dinastía Qing ha sido transmitid­o a una cuarta generación. El Museo del Palacio Imperial organizó un taller para los reparadore­s profesiona­les y elaboró un manual con toda la informació­n de los últimos años sobre la reparación de relojes, a fin de preservar esta antigua técnica.

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Wang Jin, prestigios­o reparador de relojes, en su taller.
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Wang Jin repara un viejo reloj musical.
 ?? Fotos de VCG ?? 24 de mayo de 2017. Una visitante aprecia un refinado reloj en la Exposición de la Ciudad Prohibida y la Ruta Marítima de la Seda en el Museo del Palacio Imperial.
Fotos de VCG 24 de mayo de 2017. Una visitante aprecia un refinado reloj en la Exposición de la Ciudad Prohibida y la Ruta Marítima de la Seda en el Museo del Palacio Imperial.

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