China Today (Spanish)

La historia de Confucio (2. a parte)

(2. a parte)

- Ilustracio­nes: Yang Yongqing Texto: Meng Zhuo

Ala edad de 51 años, Confucio fue nombrado magistrado del distrito de Zhongdu por el rey Dinggong de Lu. Consiguió grandes logros durante su primer año en el cargo. Muchos funcionari­os nacionales y extranjero­s querían seguir su ejemplo.

Confucio fue promovido pronto como sikong, ministro de Obras Públicas, y luego como dasikou, presidente de la Corte Suprema. Confucio manejó todos los casos de una manera justa e imparcial. Su ideal era que la gente viviera y trabajara en paz y con satisfacci­ón, y que no hubiese litigios en el futuro.

En el año 500 a. C., los gobernante­s de los Estados de Qi y Lu se reunieron en el valle de Jiagu para establecer alianzas. El Estado de Qi estaba conspirand­o para obligar al Estado de Lu a rendirse en aquella cita diplomátic­a. Confucio le aconsejó al rey Dinggong que llevara a su ejército, ya que preconizab­a la idea de que toda diplomacia debía estar respaldada por la prepa- ración militar. Ciertament­e, el Estado de Qi aprovechó una representa­ción artística de canto y baile para armar a su personal con cuchillos y espadas, con la finalidad de secuestrar al rey de Lu.

Al detectar el peligro inminente, Confucio se apresuró en subir a la elevada plataforma que había sido preparada para la reunión. Desde ahí reprochó en voz alta que la conducta del Estado de Qi iba contra la etiqueta. Frente al justo Confucio, el rey Jinggong de Qi se sintió muy avergonzad­o. Les ordenó a los “artistas” retirarse de inmediato del escenario y así abolió el plan de secuestro.

Sin embargo, el Estado de Qi se negó a rendirse. Cuando anunciaron la declaració­n de alianza, aún querían forzar al Estado de Lu a que aceptara condicione­s desiguales. Confucio no soportaba los agravios, así que exigió al Estado de Qi que devolviera las tierras de Wenyang que había conquistad­o. Al ver que era imposible sacar ventaja, el rey Jinggong concluyó apresurada­mente la reunión y devolvió las tierras.

Después de lograr esta victoria diplomátic­a, Confucio comenzó a hacer reformas internas que apuntaban a reducir el poder real de los tres clanes más influyente­s del Estado de Lu, pero encontró una fuerte resistenci­a. A su vez, el Estado de Qi empleó la astucia y engañó al rey Dinggong de Lu, quien destituyó a Confucio. A los 55 años de edad, muy decepciona­do y junto con sus discípulos, Confucio abandonó el Estado de Lu e inició un largo viaje por los diferentes Estados de China.

Cuando Confucio llegó al Estado de Wei, el rey Linggong de Wei le ofreció un puesto con un salario anual excepciona­l de 60.000 hu de granos (el hu era una unidad de medida). Confucio rechazó la oferta porque, según su observació­n, las conductas del rey Linggong no correspond­ían a los principios morales. Cuando el rey de Wei le pidió consejo sobre asuntos políticos y militares, Confucio respondió cortésment­e que solo sabía de ritos y etiquetas, y se marchó del Estado de Wei al día siguiente.

En su camino del Estado de Chen al Estado de Cai, Confucio y sus discípulos se quedaron sin alimentos. Algunos discípulos eran demasiado débiles y se echaban en la tierra debido al hambre, mientras que Confucio seguía enseñando, tocando un instrument­o musical y cantando. Zi Lu le preguntó enojado: “¿Se encontrará­n los junzi (“caballeros” en chino) también con dificultad­es?”. Confucio respondió: “Los junzi mantienen firmes sus principios a pesar de los tiempos difíciles, mientras que los xiaoren (“personas despreciab­les” en chino) traicionar­án”.

Cuando Confucio y sus discípulos pasaron por el Estado de

Song, Huan Tui, el ministro de Asuntos Militares, planeaba matarlos. Los discípulos se aterroriza­ron con la noticia, mientras que Confucio estaba calmado. Les dijo: “Dado que nuestra misión es transmitir la tradición moral, seremos bendecidos por el cielo. ¡Cómo podrá Huan Tui dañarme!”. Después de cambiarse la vestimenta corriente, Confucio y sus discípulos huyeron del Estado de Song.

Confucio atribuía gran importanci­a a las relaciones humanas, pero rara vez hablaba de temas relacionad­os con la ley natural o con fantasmas y dioses. Una vez, Zi Lu quiso pedirle consejo sobre cómo servir a fantasmas y dioses. Confucio le respondió: “¿Cómo podríamos saber la manera de servir a fantasmas y dioses cuando aún no podemos servir bien a los seres vivos?”.

“Entonces, ¿qué es la muerte?”, le preguntó Zi Lu. Confucio contestó: “¿Cómo podríamos entender la muerte cuando aún no sabemos bien cómo es la vida?”.

Zi Gong también le preguntó: “¿Los muertos tienen sentimient­os?”. Confucio le dijo: “Quisiera decir que los muertos tienen sentimient­os, pero me preocuparí­a de que la vida de sus descendien­tes se viese afectada por dedicarles demasiado tiempo y energía al entierro y al luto de sus muertos. Si dijera que los muertos no tienen sentimient­os, me preocuparí­a de que la descendenc­ia, al no haber piedad filial, abandonase a sus parientes muertos sin enterrarlo­s. Si los muertos tienen sentimient­os o no, lo sabrás cuando mueras”.

Zi Xia, otro discípulo de Confucio, comprendió la idea: “La vida y la muerte están predestina­das; las riquezas y los honores dependen del cielo”. A pesar de eso, creía que los junzi debían ser sinceros en sus quehaceres, no cometer errores, respetar a los demás y seguir el protocolo.

Confucio y sus discípulos pasaron por todo tipo de dificultad­es durante sus viajes por los Estados. Llenos de frustracio­nes, estas dificultad­es les inspiraron muchas reflexione­s. Criticaban las políticas de los diferentes Estados, pero continuaba­n explorando las filosofías, y así lograron expandir y profundiza­r sus conocimien­tos.

En el tiempo de Confucio, la sociedad experiment­aba tremendos cambios. Todos los Estados estaban ocupados en expandir su poder y territorio. Como todos los gobernante­s estaban involucrad­os en luchas políticas, nadie quiso implementa­r la iniciativa de Confucio de revivir los ritos tradiciona­les de la dinastía Zhou y perseguir la virtud y la moralidad. A lo largo de sus viajes, Confucio y sus discípulos siempre eran marginados. El maestro no tenía ninguna esperanza de poner en práctica sus ideales.

Después de 14 años de vida errante, Confucio, de 68 años de edad, finalmente regresó a su pueblo natal en el Estado de Lu. Para entonces, se había alejado de la vida política. Había tomado la decisión de dedicarse a la causa de la educación y la cultura por el resto de su vida. Confucio dedicaba ahora más tiempo y energía a sus enseñanzas. Priorizó la enseñanza mayéutica, de acuerdo con las aptitudes y personalid­ades de cada uno de sus discípulos.

Por ejemplo, dijo que Zi Zhang trataba siempre los asuntos de manera exagerada, mientras que Zi Xia los subestimab­a a menudo. Las dos actitudes eran incorrecta­s. El mejor modo debía ser el justo medio. La carrera docente de Confucio llegó a su clímax en su vejez: se decía que enseñaba a más de 3000 discípulos, 72 de los cuales estaban entre los más virtuosos y capaces.

Otra causa a la que se dedicó Confucio en sus últimos años fue la edición y compilació­n de textos antiguos,

como El clásico de la poesía (Shijing), El libro de la historia (Shangshu) y El libro de los cambios (Zhouyi). También compiló Los anales de primavera y otoño (Chunqiu), un registro cronológic­o de la historia del Estado de Lu. Estos textos se convirtier­on más tarde en clásicos de la cultura tradiciona­l china.

En el año 479 a. C., Confucio falleció a los 73 años de edad. Con profundo dolor, sus discípulos mantuviero­n tres años de luto. Asimismo, compilaron sus palabras y hechos en la vida diaria en un libro llamado Analectas de Confucio. Confucio, uno de los más grandes pensadores y pedagogos de la historia de China, fue honrado luego con el título de “maestro modelo de todas las generacion­es”.

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 ??  ?? *Este cuento pertenece a la serie Libros Ilustrados de Historias Chinas, dirigida a los niños hispanohab­lantes. Los interesado­s en adquirirla pueden comunicars­e con la editorial Blossom Press (Tel.: 0086-10-68996050, 68996618. Fax.: 0086-1088415258. E-mail: minmin9305@163.com).
*Este cuento pertenece a la serie Libros Ilustrados de Historias Chinas, dirigida a los niños hispanohab­lantes. Los interesado­s en adquirirla pueden comunicars­e con la editorial Blossom Press (Tel.: 0086-10-68996050, 68996618. Fax.: 0086-1088415258. E-mail: minmin9305@163.com).

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