Educación incompleta
No conozco ningún colegio de primaria o bachillerato que le enseñe a los niños y jóvenes sobre su cerebro y su mente. No sé si usted sepa de alguno, si es así, me encantaría saberlo para felicitarlos. De todas las personas que conozco, ninguna tuvo una asignatura sobre cómo relacionarse con su propia mente para sacarle partido para sí mismo.
Todos aprendimos prácticamente lo mismo: geografía, historia, religión, manualidades, matemáticas, lenguaje, algo de inglés, ciencias naturales y con suerte algún instrumento. De ahí para adelante en el bachillerato, química, física, trigo, cálculo, filosofía y con suerte, algo de artes. La educación que recibimos y que reciben muchos jóvenes hoy día es superficial, porque no aborda al ser, sino al hacer, que no es malo, pero es incompleto porque el éxito de nuestro quehacer vocacional depende del equilibrio que haya dentro de nosotros.
No es descabellado desear que en la educación académica se enseñe autoestima, neurociencias y comunicación asertiva.
Las neurociencias por ejemplo, entre muchos otros beneficios, facilitan el desarrollo de procesos cognitivos como el manejo de emociones, el gobierno de los pensamientos, la memoria, concentración, el lenguaje, la lecto-escritura y la creatividad.
Cuando niña y adolescente, no conté con una red de apoyo familiar que solventara los vacíos de mi educación académica, y sé que como yo, incluso en condiciones más delicadas, hay muchos niños y jóvenes en el país, por eso considero importante que el contenido educativo se transforme.