¡Llegó el Mundial!
La fiebre de fútbol se toma todo el planeta. El certamen empieza hoy en Rusia.
● Un bullicio que atrae, que a nadie repele, que seduce a pesar de la estridencia. Eso es Moscú por estos días. Suena algo absurdo pero pasa, y casi que solo pasa durante un Mundial de fútbol. En vez de huir de la algarabía y la locura de las camisetas y los gritos, los rusos quieren unirse, grabar con sus teléfonos y contarle al mundo de la maravillosa fiesta.
Natasha y su amiga Olga, por ejemplo, no entienden nada de este deporte, ni les importa. Pero cuando pasa el peruano del pelo largo cantando a todo pulmón, ellas directamente votan por él y le gritan: “¡Good Luck!”. Se juega así la gente por un país o por otro, no por sus estrellas, su clasificación, su escalafón Fifa o su historia. Se apuntan a la barra que mejor canta.
La de Colombia suena con fuerza, pero sin mucha innovación. El ‘Colombia, Colombia’ ya es conocido, pero no la famosa alcancía de la Copa Mundo, que se consigue en los semáforos de cualquier ciudad y aquí vale, literalmente, oro. El ruso se pone la camiseta sin pensarlo mucho. Habla de Falcao más que nadie y alguien más enterado menciona a James. Otra vez, como en Brasil, no falta apoyo.
Distinta es la historia con Perú. Si se midiera en decibeles, sería campeón del mundo con ventaja. Están por todas partes. “¿Cómo no te voy a querer? ¿Cómo no te voy a querer? Si eres mi Perú querido, el país bendito que me vio nacer”, gritan.
Ellos, que son muchos, desafían a los brasileños, que apenas llenan una mesa: “Yo soy brasilero, con mucho orgullo, con mucho amor”, contestan, no sin antes soltar un pequeño insulto como aporte del debate eterno entre Pelé y Maradona.
Y a casi nadie han picado en la mesa opuesta, donde otro pequeño pero ruidoso grupo de argentinos responde haciendo referencia a su intocable Diego: “Se comieron siete, les … el…”.
El momento de unión de los pueblos ocurre al final, cuando todos se acuerdan del ausente y cantan: “Chi, Chi, Chi, Le, Le, Le, que lo mira por TV”.
El eco llega a todos los rincones, lo bueno de este ‘arduo enfrentamiento’ es que ocurre en cada calle, en el restaurante y en la Plaza Roja, allí a donde vaya alguien vestido con la camiseta del país que sea.
Los uruguayos, que presumen de su historia mundialista, ‘disparan’ primero: “Volveremo, volveremo (sin S, vos sabés), volveremo otra ve, volveremo a ser campeone, como la primera ve”.
Y luego están los emotivos hinchas de Irán, para quienes no hay traductor posible. Además, están los mexicanos, a quienes a la hora de armar barullo pocos los superan. “Canta y no llores, cielito lindo…” y asunto resuelto a su favor.
Un día en Moscú, a pocas horas de la inauguración de la Copa, pasa así, entre gritos y ‘ofensas’ que no son nunca respondidas más que con palabras. Tienen eso los Mundiales: suceden cosas extraordinarias alrededor.