El general Bonnet
Colombia es un país con memoria de gallina. Tal vez por ello se disculpa que a la hora de la muerte del general Manuel José Bonnet Locarno solo hubiesen notas mínimas que registraron su fallecimiento después de luchar un poco más de un año contra un cáncer, que él quería combatir. Pocos militares con tantos conocimientos humanísticos y creo que nadie como este militar del Ejército que usaba su inmensa capacidad de lectura y sus amplios conocimientos en tantas áreas de la vida, para ejercer como jefe de tropas.
Le tocó vivir momentos álgidos de la vida nacional y tomar determinaciones radicales y a veces impopulares en medio del conflicto que nunca quisieron llamar guerra, aunque duró 52 años. Usó las armas más para persuadir a los insurgentes o a los grupos de narcotraficantes de la inutilidad de socavar al Estado, que para disparar contra ellos. Como era lector de los clásicos griegos y usaba la teoría del arquetipo para comparar los personajes de las tragedias y comedias greco-romanas con la vida actual, daba cátedras sapientísimas para explicar sus a veces controvertidas actuaciones como comandante.
No olvidaré cuando me convenció de que el poder disuasorio de los tanques cascabel y de las tropas de la III Brigada marchando por las calles de Tuluá 15 días seguidos a mañana y noche iban a alejar a los lavaperros de los narcos que se habían apoderado del pueblo que entonces yo gobernaba. Lo hicimos y se modificó el equilibrio del orden y la ley.
Ante su tumba no solo debieron aparecer los kepis de quienes acompañaron su carrera militar, debería haber llevado yo un ejemplar de ‘Antígona’, la tragedia griega que tanto estudió.