Pólvora en Navidad

Al comenzar la temporada navideña resuenan los tradicionales jingles y los anuncios institucionales invitando al uso responsable de la pólvora o a no usarla. Digo tradicionales porque hacen parte de la historia y cultura navideñas, por lo que difícilmente puede uno imaginar un fin de año sin ellos.

Lo irónico es que a pesar de todas las campañas contra la pólvora, se siguen reportando noticias de personas mutiladas o quemadas. La primera lectura es que tal estrategia no ha servido y que si en algo baja la cifra de afectados es más por la falta de oferta; es decir, lo efectivo es reducir los puntos de venta y la variedad de productos.

Si no existiera venta de pólvora no habría necesidad de campañas de prevención, entonces, ¿por qué se sigue comercializando? Seguro que no es solo por el beneficio de los polvoreros de los pueblos que se mantiene este negocio, sino que debe haber un poderoso grupo económico agazapado, capaz de hacer el cabildeo para evitar su prohibición nacional.

Sin las terribles secuelas que deja el mal uso de la pólvora, el sistema de salud se ahorraría mucho dinero en servicios de atención y publicidad, recursos que se podrían destinar mejor en inversión social o educación, donde tanta falta hacen.

En temas de salud pública y bienestar general no creo que la ley de oferta y demanda sea el mejor camino para crear hábitos saludables, pues a punta de campañas de concientización para desestimular la demanda aún se siguen sacrificando vidas. En este caso, lo mejor es la prohibición.