Pagar por que nos dañen la salud
● Les pinto la escena: un fulano con cualquier historia trágica que usted no sabe si es o no cierta sube al Transmilenio, prende su parlante y agarra su micrófono para entonar una ranchera, vallenato o salsa desafinado, desentonado; lo peor no es eso. En esa caja de fósforos repleta de gente casi aplastada, la chicharra suena a decibeles que ningún ser humano podría soportar; pero en esta selva de ciudad a nadie parece importarle. Gustosos aplauden a los ‘artistas’ y hasta se meten la mano al bolsillo y le dan monedas o billetes. No importa el irrespeto, que le vulneren su derecho a ir tranquilo en el transporte público y peor, que afecten su salud auditiva.