El zika
El zika, una enfermedad cuyos peligros y consecuencias apenas los estamos admitiendo, cayó sobre Colombia en 2015-2016. El Ministerio de Salud y las secretarías departamentales no parecieron estar a la medida de lo que pasaba porque llegó después del chikunguña, que resultó tolerado aunque muy incómodo y porque era la primera vez que la enfermedad llegaba a Colombia. Pero quienes la sufrimos y a más de quedar con sordera seguimos pagando sus consecuencias, puesto que es recurrente en algunos casos, ni vamos a olvidar los dolores coyunturales ni la incapacidad médica para ayudárnosla a asumir.
El ministro de Salud acaba de advertir en Cali que la epidemia de zika que sufrió Colombia hace 4 años dejó un doloroso balance en la población infantil. De los 16.597 niños nacidos en madres gestantes picadas por el mosquito que transmitía la enfermedad, 356 nacieron con afectaciones discapacitantes auditivas y un poco más de 6.000 con problemas en la audición y el lenguaje. No hablaron de cuántos de esos niños de madres con zika nacieron con microcefalia ni han dicho palabra alguna sobre las consecuencias que hemos tenido quienes soportamos todavía ese bicho maligno y no hemos podido arrojarlo del cuerpo porque según los estudios brasileros, una de las cepas dizque se puede quedar en el paciente hasta 8 años y cada tanto de tiempo volverse recurrente.
Siempre hemos admitido que la sordera solo viene con los años, pero si pensamos en esos 7 mil u 8 mil niños con problemas de audición y la falta de educación o de instrumentos o de cirugías o de medicación eficaz para tratarlos está latente, parecería que en Colombia volvimos por cuenta del zika a la medicina de antaño cuando no había remedio y tocaba usar la resignación para aguantar.