Los drusos
Por estos días cuando Estados Unidos reconocen que Israel tiene derecho a quedarse con los altos del Golán recuerdo a los drusos que habitan esas tierras siriolibanesas y que alguna vez llegaron a establecerse en Tuluá, donde dejaron una huella que más de 85 años no han borrado. Primero llegó don Manuel Guezlan, dos años después su hermano Farez y alrededor de su núcleo un poco después don Marcos Tawil. Traían pasaporte turco pero exigían que les reconocieran que eran drusos y como en mi pueblo nadie quería distinguirlos ni siquiera de los judíos que huyendo del progrom hitleriano llegaron de Alemania encabezados por don Salvador Rozenthal, ellos se inventaron la forma de convivir recordando días comunes de sus antepasados en Alepo y de competir vendiendo telas o cacharros de modistería. Tuvieron que pasar muchos años para que entendiéramos por qué se enorgullecían de ser drusos y por qué una de las hijas de don Farez Guezlan, de ojos azules, les decía a las niñas del colegio del Sagrado Corazón que era ‘prima’ de la virgen María. Pretenciosa o no, lo cierto era que la madre de Cristo sí era descendiente de drusos y ellos, que no eran católicos maronitas ni ortodoxos ni judíos ni mahometanos, pero han congeniado con el paso de los siglos una mezcla de esas religiones y culturas, siempre se sintieron espiritualmente diferentes así jamás hayan logrado tener un ejército ni siquiera en los años en que los Gemayel tenían mando en El Líbano antes de la guerra civil.
Ahora, por mandato de la derecha internacional de Trump y Netanyahu, los drusos serán israelíes y si viviera don Manuel Guezlan nos diría, sentado en la mecedora del Hotel Tuluá donde habitó, aquella frase que entonces no entendíamos: “los drusos fuimos primero que los judíos”.