ADN Bogota

Un ángel para niños

Exbarrista de ‘Millos’ ayuda con su fundación a niños vulnerable­s de San Cristóbal.

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● “La ciudad es educadora”. Eso piensa Leidy Ricaurte cuando ve su barrio desde la terraza del tercer piso de su casa, en el suroriente de Bogotá.

Lo dice mientras, con lágrimas a punto de rebosar, recuerda a los amigos que murieron, que están tras las rejas o que andan con su camiseta de ‘Millos’ por las calles de San Cristóbal Sur.

“La problemáti­ca más difícil aquí son las barras bravas”, afirma como una adición al resto de problemas: drogas, violencia, delincuenc­ia. Y en medio de ese entorno, hay cientos de niños creciendo.

La ciudad la educó, los espejos que la acompañaro­n en la juventud fueron los que le hicieron ver y creer firmemente que siempre es posible cambiar el destino, regalar un nuevo futuro. A sus 29 años ha entendido que puede ser un factor de cambio en su barrio.

Hay 20 –de los 40 niños que cuida– sentados en la sala de su casa viendo una película proyectada en una sábana blanca que cuelga al final del pasillo estrecho que queda entre la entrada y la sala. Tres chicas más grandes los cuidan mientras Leidy conversa conmigo. Se acomodan uno bien cerquita del otro, algunos sentados, otros recostados.

No me mira a los ojos mientras cuenta que les hace falta un lugar más grande, se nota que ella lo vive como algo muy injusto. Niega con la cabeza cuando pregunto si existe un salón comunal en el barrio, pero mientras dice que no, con su voz afirma que sí lo hay, el presidente anterior de la junta se lo prestaba, pero ahora deben conformars­e con la sala de su casa o con el parque cuando llega el viernes y se reúnen los menores que atiende cuando salen del centro educativo.

¿Qué aprenden los pequeños? Muchos aportan. Algunos días les enseñan primeros auxilios con un amigo suyo bombero, otros, una madre voluntaria les da clases de manualidad­es; la hermana de Leidy les enseña a bailar y, los viernes, otro amigo suyo arma partidos de fútbol con equipos conformado­s por los niños. Además, ella los ayuda con las tareas y los asesora con las materias que se les dificultan, como matemática­s.

Muchos niños llegan sin almorzar a la casa de Leidy porque no están inscritos al comedor comunitari­o y en sus casas no hay comida. Ella no tiene plata para darles algo más que el refrigerio de todos los días. Sin embargo, cada mes los niños reciclan en sus casas y luego van juntos a vender el reciclaje para que Leidy les pueda comprar algo mejor de comer y una película nueva.

El tema la pone cabizbaja, como si existiera algo que la avergonzar­a, como si quisiera hacer mucho más, rescatarlo­s de otra forma.

Uno de sus amigos de infancia los visita cada vez que le dan permiso en la prisión, les cuenta a los pequeños las consecuenc­ias de tomar malas decisiones, lo que sucede cuando uno se deja llevar por el afán de encajar, cuando eso pesa más que los valores o la tranquilid­ad de una conciencia limpia. Los niños comprenden y lo consideran tanto que piensan en la soledad y lo dura que debe ser la vida en la cárcel; incluso le preguntaro­n a ella si podían enviar cartas y dibujos a los demás presos. Ella se siente orgullosa.

Nunca imaginó tener una fundación ni que pudiera cambiar su vida y la de los menores de tal forma.

Todo empezó cuando su hermana le pedía ayuda para las tareas, luego su hermana llevó a sus amigos, esos amigos llevaron otros y así fue hasta que se armó un grupo grande. Ahora, desde 2014, su fundación está constituid­a y cuenta con el acompañami­ento del Hospital de la Victoria.

Sueña con educar líderes que puedan cambiar la vida del barrio, cree firmemente que generación tras generación las cosas en el sector se pueden transforma­r. Así como decidió no hacer parte de la ley del barrio, de la calle, del mito urbano, los niños también pueden. Eso la motiva.

Trabaja para que San Cristóbal pueda cambiar, educando bien a los niños.

 ?? LAURA SOFÍA TRIBÍN CORTÉS / ADN ?? En las tardes, luego del colegio, los niños ven películas y reciben talleres que dan los voluntario­s que ayudan a Leidy con su iniciativa.
LAURA SOFÍA TRIBÍN CORTÉS / ADN En las tardes, luego del colegio, los niños ven películas y reciben talleres que dan los voluntario­s que ayudan a Leidy con su iniciativa.

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