El miedo
El miedo no lo venden en las farmacias. Es muy personal. Tanto, que se vuelve respetable. Hay sicólogos que hacen distinciones entre miedo y temor. Consideran que el miedo es casi irracional y es inherente a la gran mayoría de los seres humanos y surge ante la percepción de un peligro. El temor es para tales sicólogos una emoción artificial que hace evitar o huir de situaciones de peligro imaginario. Es temor entonces aterrorizarse por un sapo o una culebra que ni van a picar ni a atacar. Y es miedo esconderse ante la inminencia del peligro o huir para disminuir los efectos de ese peligro. Cada quien, reacciona a su manera, unos con mayor velocidad, otros con más agresividad. Todo depende de lo que en Colombia llamamos ‘flojera’. Solo cuando el miedo se torna colectivo y contagioso se abren las puertas del pánico. Muchos gobernantes y jefes religiosos crean miedos y temores y sobre ellos construyen su poder. Muchas religiones, por no decir todas, han construido sus pedestales asustando a sus creyentes. Así pasó con el infierno. Así pasa con la realidad nacional. Desde Bogotá siembran miedos y temores sobre la provincia. Los malos y los bandidos han sido crecidos desde los escritorios bogotanos. El poder de manejar la información y los hilos burocráticos sirve para ello. Muchas veces las estigmatizaciones son fruto del miedo sembrado desde esos cenáculos santafereños. Ante la incapacidad de entender al provinciano, negro o indio, montañero o costeño, prefieren sembrar el miedo sobre sus actuaciones. Los resultados los vemos por estos dias. Hay quienes exigen respeto a su miedo para disimular su incapacidad. Hay quienes se incapacitan o encaprichan para no confesar que sienten miedo. Descubrirlos es uno de los oficios del periodismo de opinión.