Gota a gota
La economía de un país se medía por el estudio de sus cifras. Todavía hay algunos que las usan para responder gestiones de gobierno (el Ministro de Vivienda, por ejemplo), pero ahora la mayoría de economistas se pasan adivinando cómo se va a presentar el futuro en inflación, precio del dólar, PIB, desempleo, etc. Por eso, tal vez, no se han dado cuenta de un indicador que da cuenta lo mal que anda el manejo de la economía: el Gota a Gota, se volvió algo peor que una peste. Otros lo llaman ‘el pagadiario’, que es la manera inmediata de conseguir dinero prestado a la vuelta de la esquina, así sea exprimiéndole los bolsillos al que lo presta con el pago de un alto interés diario.
Es la expresión de un país en donde el crédito bancario está lejano para los estratos sin patrimonio y la financiación de las inversiones, o del simple flujo de caja de los negocios, solo les es permitido a unos pocos según su clase social. La conversión del cobro de la plata prestada por ese sistema come-come, es parte de nuestro bandidaje. La amenaza, arma en mano, para que se pague la deuda y los costosos intereses no está medida ni por los índice de criminalidad ni mucho menos por los límites pendejos de usura que cada año fjan las autoridades monetarias. Los hogares que se han desbaratado. Las viviendas que se han desocupado. Las huidas a medianoche que se han presentado en barrios enteros de las grandes ciudades, son la respuesta de la incapacidad de asumir la deuda contraída con el Gota a Gota. Por esos riesgos tan altos, los prestamistas dicen que cobran tanto y amenazan con tanta ferocidad a quien no puede pagar a tiempo. Por supuesto, del Gota a Gota no hay cifras ni los economistas quieren adivinar lo que significa y menos sus nefastos efectos.