Dejen que vivan
Los atentados a los líderes sociales y de derechos humanos se han vuelto tan frecuentes que ya no generan impacto en la opinión pública; sin duda, es muy grave y evidencia el deterioro social en el que estamos cayendo. Es como si el dolor de la violencia no importara y que solo interesara para sectores lejanos, que nada tienen que ver con nosotros.
Infortunadamente la orientación política del gobierno minimiza este problema, pues en su discurso recurrente sugiere que no existe intencionalidad sistemática e indica casos aislados o muertes por causas diferentes a las políticas; se olvida que el mandato constitucional obliga a proteger la vida de todos los colombianos, con especial atención en quienes se atreven a buscar la defensa de los derechos de los menos visibles.
Es necesario que, sin distinción de orientación política, reflexionemos acerca del valor de la vida y, sobre todo, de la defensa de esta, pues debemos entender que cuando nos manipula algún caudillo político solo nos divide y nos hace insensibles al dolor; bajo la sombra de un interés mezquino se deteriora nuestra condición humana, al punto de hacernos odiar, despreciar nuestras necesidades e incluso sugerir que una opción es exterminar al opositor.
Miremos con preocupación de patria lo que está sucediendo con los líderes sociales, exijamos al Gobierno acciones concretas por la defensa de sus vidas y de su actividad. Independiente de que sus opiniones sean contrarias al Estado, pongamos al ser humano por encima de cualquier interés político pasajero y desde nuestro rol ciudadano rechacemos de plano todo tipo de violencia, que solo genera más violencia.