Gallo y Octavio
Pese a las lupas pueblerinas que a veces usan los habitantes del Eje Cafetero para mirar las acciones de sus gobernantes y menospreciarlas politiqueramente, da gusto ir a Manizales y a Pereira. En toda cuadra se ve el progreso, se sienten las ganas emprendedoras y se advierte que hay alguien al mando. A quien se le pregunta acepta que tanto en la capital de Caldas como en la de Risaralda hay alcalde, pero eso sí, lo enfatizan, no hay gobernadores.
Juan Pablo Gallo en Pereira ha mostrado que pese a ser joven y caer en tentaciones de novato orienta su ciudad para que no se desvíe del empuje que por décadas tuvo con otros mandatos y con astucia maquiavélica ha conseguido que sus habitantes tomen las banderas de progreso que plantea, así resulten controvertidas o le disgusten al expresidente Gaviria, con quien terminará su mandato distanciado después de haber sido su apoyo.
Octavio Cardona, un alcalde especial para una ciudad más especial todavía, ha manejado a Manizales enruanado y jugando dominó en su vereda de La Cabaña y no tomando whisky en el Club Manizales de los rancios azucenos, pero a todos les ha dado juego, tanto a los curtidos y ‘peliones’ políticos que cayeron en desuso como a los nuevos ‘azucenos’ que han reemplazado la tuerta clase dirigente. Sin tomar medidas arbitrarias ni olvidarse que gobierna una ciudad que vive encerrada en sus glorias y tradiciones, ha dado en el clavo como alcalde.
En tales condiciones es muy probable que quienes los sucedan en las elecciones de octubre sean del mismo talante y estén cargados para domar los tigres del futuro que se vienen sobre ellas y liberarlas de esos fardos emocionales que les hacen ver como montañeros estrenando vestido.