RESTOS ESPACIALES
La basura o chatarra espacial, es decir cohetes y satélites viejos, es una consecuencia de la exploración del espacio exterior. Lo cierto es que muchos de esos elementos han servido, además, para la prestación de servicios de georreferenciación, internet, entre otros que buscan mejorar la calidad de vida de los terrestres.
Sin embargo, estos restos pueden ser perjudiciales para la navegación espacial ya que generan riesgos de colisiones que, a velocidades orbitales, pueden afectar el funcionamiento de los satélites. No por suerte se han convertido en objeto de proyectos que buscan su limpieza, como la propuesta de la Agencia espacial rusa para que un aparato de cuatro toneladas recoja hasta 10 satélites en cada lanzamiento y los lleve a un cementerio fuera de la órbita geoestacionaria. Mientras tanto, otras propuestas siguen inundando de satélites el espacio. De hecho, en mayo pasado Spacex, lanzó 60 satélites para expandir servicios de Internet, los cuales cambiaron el escenario de la exploración espacial, pues su presencia afecta la observación a través de los telescopios. Su brillo intenso interfiere la observación de galaxias distantes y asteroides cercanos.
De acuerdo con datos de la Union of Concerned Scientists hay 1.338 satélites en órbita terrestre baja, mientras que la Nasa contabilizo 4.972 entre útiles y apagados. Lo peor es que no sólo se afectará la investigación científica del espacio, por el brillo y ruido que agregan, para Pat Seitzer, expresidente del Comité sobre contaminación lumínica, la basura espacial representa interferencias de radio y el desajuste de las órbitas planeadas.
Pero en este escenario, la discusión se centra en la regulación pues la Nasa no revisa las orbitas ni las naves espaciales y la Administracion Federal de Aviación vigila la seguridad de los lanzamientos comerciales y no los satélites.
El caso es que la era del satélite puede hacer que los cielos naturales que en noches oscuras sólo se visten de estrellas pasen a ser un recuerdo romántico.