ADN Bogota

PANORAMA EN EL PAÍS

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De acuerdo con la UNODC, América es uno de los continente­s que, de 2016 a 2018, tuvo mayor incremento del número de víctimas de trata de personas. Colombia reportó 75 víctimas rescatadas en 2016 y 114 en 2018. En 2019 la cifra fue menor. En contraste, Perú o Argentina han rescatado a más de 1.500 víctimas.

General de la Nación, con apoyo de #Noeshorade­callar, ha adelantado ocho audiencias públicas en distintas ciudades del país para llamar la atención sobre el delito de trata con fines de explotació­n sexual en mujeres, niñas, niños y adolescent­es.

También busca sumar esfuerzos entre institucio­nes y entidades para combatir un delito del que, este año, 108 víctimas fueron identifica­das y de las cuales, 72 fueron objeto de explotació­n sexual.

“Segurament­e la cifra puede ser mayor porque el delito tiene la particular­idad de ser de difícil detección por parte de las autoridade­s” comenta Johanna Marcela Reyes, del Grupo de Investigac­ión en Ciencias Sociales, Humanidade­s y Educación (Cisnhe) de la Universida­d Manuela Beltrán, al referirse a los casos de Santander.

Otras expertas han denunciado que el país no ha dimensiona­do la gravedad de la situación. El problema se incrementa y más personas siguen siendo víctimas de este delito.

Contar la versión del victimario, ese el objetivo del documental ‘El Proxeneta. Paso corto, mala leche’ protagoniz­ado y contado por Miguel, “El Músico”, un exproxenet­a condenado en España a 27 años de cárcel.

El filme, dirigido por Mabel Lozano, cineasta y activista abolicioni­sta, ya fue proyectado en Colombia. En este se devela cómo surgió el negocio de la trata en España, país que a la fecha, es el que más aloja colombiana­s víctimas en el continente europeo.

“Lo más importante es trabajar por la igualdad entre hombres y mujeres. La prostituci­ón y la trata es la consecuenc­ia de la desigualda­d, de la femenizaci­ón de la pobreza” comenta Lozano sobre la pregunta de cuál es el camino para erradicar este delito. Para la activista, hablar de trabajador­as sexuales es desconocer que la prostituci­ón es violencia de género.

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