¿Qué hemos aprendido?
Cuando el covid-19 se volvió parte de nuestra vida y experimentamos el flagelo del dolor, la falta de aire y, sobre todo, la angustia de no saber si continuaremos vivos, me surge una duda: ¿qué ganan quienes padecieron la enfermedad y sus familias, frente a quienes siguen invictos?
La pregunta suena cruel, pues tener un familiar o amigo con el virus, o padecerlo en carne propia, no parece que pueda dejar algo bueno; sin embargo, una vez que esto sucede e independiente del resultado (superarlo o perder la batalla), los aprendizajes son inevitables.
Si el resultado es la muerte de un familiar o amigo cercano, en muchos casos hay un conflicto interno, porque nos sentimos culpables por no aprovechar antes para hablar o compartir más con esa persona. Al respecto, esta pandemia nos debe quitar el temor de decirles a nuestros seres queridos lo importantes que son y la bendición que significan en nuestras vidas; hoy sabemos que el tiempo es limitado y que duele más no amar que amar sin medida.
Si por fortuna, nuestros seres queridos o nosotros superamos esta enfermedad, sin duda recordaremos por siempre la bendición que significa respirar, confiar en que llegará un nuevo día, valorar el trabajo del personal de la salud y, sobre todo, querer vivir, pues entendemos que la vida es un regalo que expira y el cual debemos aprovechar para dar lo mejor de nosotros.
En esta crisis, en la que a diario se nos pide oración por muchas personas, hemos experimentado que, en medio del dolor y la fragilidad humana, el mayor poder está en lo que hacemos los unos por los otros; sin duda, esta crisis mundial representa una gran bofetada al egoísmo y falta de solidaridad. Esperemos que al término de la pandemia hayamos aprendido la lección.