Bogotá, una ciudad cara
La inflación es un enemigo que no se ve, pero sí se siente en el bolsillo. Si usted, cada vez que va al supermercado o cuando tiene que pagar algún recibo, percibe que el dinero no le alcanza es porque los bienes y productos están más caros.
Revisando datos recientes del Índice de Precios al Consumidor (IPC), se evidencia que de los 42 grupos de gastos que revisa, a julio de este año, el precio de 37 bienes y servicios registran incrementos. Eso no es lo peor, las estadísticas muestran las mayores alzas en el valor de bienes esenciales para las familias como son alimentos, +10,2 %; electrodomésticos, +8 %; calzado, +6.5%; electricidad, gas y otros combustibles, +6.2%; reparación de la vivienda, +5.9 %; educación superior, 5.6 % y muebles y accesorios, +4.4 %., tan solo por citar algunos ejemplos.
Que el costo de vida suba en la ciudad no es un asunto menor, pues afecta la capacidad adquisitiva y más aún cuando el desempleo y la pobreza afectan hoy a muchos hogares.
Sin duda, los paros de los meses pasados nos están pasando factura como consecuencia del impacto en la cadena de suministros y la producción de alimentos, pero también el incremento del dólar, pues Bogotá importa muchos insumos, bienes y servicios para construcción, alimentos, prendas de vestir, entre otros.
Los alivios del rescate social son importantes, pero se debe pensar en otros instrumentos que mejoren las condiciones de la clase media, se debe abrir el debate sobre la reducción temporal en los costos de los servicios públicos y una disminución de intereses de mora por el incumplimiento de obligaciones tributarias, producto de la crisis generada por la pandemia.