¿Cigotos o mujeres?
Hace nueve años en República Dominicana la adolescente Rosaura Almonte, quien padecía leucemia, quedó embarazada, pero el gobierno de su país le negó la interrupción de la gestación y el sistema de salud le retrasó las quimioterapias para presionarla a alumbrar. El desenlace previsible fue su deceso.
Hace pocos días en Colombia la actriz Alejandra Borrero compartió en Instagram la historia de Sol; una madre pamplonesa cuyo médico le advirtió que sólo podía tener un hijo, pues podía morir con el segundo.
Pero su esposo la violó, quedó preñada y apeló al aborto bajo el amparo de una de las tres causales despenalizadas desde 2006.
La EPS evadió la autorización hasta que, acorralada por su insistencia, la remitió a una clínica donde la dejaron 48 horas sin alimento para convencerla de que pariera, aunque su hijo quedara huérfano.
Rosaura y Sol. Apenas dos tristes ejemplos entre miles del modo en que en América Latina las mujeres somos ultrajadas por elegir no ser madres, pues nuestras vidas valen menos que las de los cigotos y embriones que con neurosis defiende el fundamentalismo monoteísta patriarcal.
Mientras, el DANE reportó que los partos en menores de catorce años aumentaron un 22.2 % en relación con el 2020 y un 6.3% entre jóvenes entre los quince y los diecinueve. Traigo a colación este horrible panorama porque ayer fue el 'Día de acción global por un aborto legal y seguro' y porque estoy convencida de que es un justo derecho.