Prevenir es mejor
La tragedia que se está viviendo por estos días en la isla de La Palma (en el archipiélago de Las Canarias) a raíz de la erupción del volcán Cumbre Vieja no puede dejarnos indiferentes. Y no solo por la solidaridad natural que deberíamos sentir frente al dolor de quienes lo pierden todo debido a un fenómeno natural, sino porque se trata de una oportunidad para revisar si estamos en la capacidad de gestionar las consecuencias de los desastres naturales de una forma que impacten con menor violencia la vida de nuestros ciudadanos.
La lava en La Palma ha cubierto más de 700 hectáreas, en muchas de las cuales había una producción agrícola importante que contribuía al desarrollo de la isla y de sus habitantes. Además han sido destruidas más de 1.500 edificaciones en la isla. No es de extrañar por ello que, ante la impotencia por las pérdidas, muchos damnificados hayan manifestado ataques de pánico, ansiedad, ira e insomnio que han sido tratados por equipos de sicólogos dispuestos especialmente para atender a la gente.
En Colombia no somos ajenos a estas tragedias. La desaparición de Armero por la erupción del volcán Nevado del Ruiz y la muerte de cerca de 25 mil de sus habitantes en 1985, permanece en la memoria del país como un hito de la falta de previsión. Por esa época, la zona era un importante centro productivo agrícola que brindaba bienestar a la región y al país. Algo que también se perdió. ¿Podría ocurrir de nuevo algo similar en otra parte del país? ¿Qué estamos haciendo para prevenirlo? Dos interrogantes clave para no vivir de tragedia en tragedia, como si fuera un destino inexorable. *Gerente de Acopi, Valle de Aburrá gabrieljaimerico@gmail.com