Paja rusa
Ycuando algunos creíamos que lo único bueno de sobrevivir a la segunda vuelta presidencial, y su agotadora lucha de argumentos, mentiras y madrazos, era la llegada del Mundial de Rusia que nos uniría en un mismo abrazo y pasaríamos a ser todos los directores técnicos del mismo equipo (Colombia), llegan unos fulanos para quitarnos la anestesia de un par de días para no encabronarnos entre colombianos. La anécdota es por todos conocida: hinchas hacen decir groserías a unas japonesas, tras la derrota del equipo nacional, y otros que entran alcohol al estadio. La gran perorata armada en primera plana de los medios y en redes sociales por poco termina señalándola de crimen internacional. La maldición de Colombia no es que seamos groseros y rabones, más grave es violar la seguridad del estadio y el mensaje del video ‘la viveza nacional burla la seguridad rusa’ (como lo insinúan sus protagonistas). Folclórica es la preocupación por lo que piensen de nosotros en el exterior. Malas noticias: la realidad es peor. De la situación han salido muchas moralejas, la mía es sobre esa necesidad de avergonzar a otros para establecer un límite entre “los colombianos de bien” y los demás. Una frontera bastante porosa; pura paja en sobresalientes casos, ejemplos hay montones, pero bastan las revelaciones recientes del Fiscal Néstor Humberto Martínez sobre la compra de votos.