La cúpula
Aunque ya se completan 10 días de la posesión del nuevo gobierno, ni el presidente ni su duro ministro de Defensa parecerían afanados de realizar los reemplazos y nombramientos en la cúpula militar. Tal vez porque no es fácil cambiar la línea blanda, escondida en sus cuarteles, y en frente está continuar o no negociando con los elenos o abriendo puertas al sometimiento de bacrim, el asunto lo han demorado astuta o asustadamente.
Como era de esperarse en núcleos cerrados uniformados, caben todas las especulaciones y como siempre, esposas de uniformados las divulgan. Pero la verdad es que el presidente y el señor Botero tienen que escoger de entre lo que hay y con lupa buscar los que tengan pasaporte uribista. En el Ejército, donde hay más uniformados de alto nivel, presionan para que el Comandante General de las Fuerzas Militares siga siendo de su arma y como tal Navarro, Vallejo y Cruz Ricci están en turno como mayores generales, a no ser que haya revolcón y les quiten el vaso de wiskie de la mano. En la Armada, donde hay un acumulado de vicealmirantes y contraalmirantes quitar o poner es casi una ruleta rusa porque a quien nombre le quedará difícil limpiar la burocracia que se consumió a nuestra marina. Y en la Policía están para coger balcón. La antigua línea Naranjo quiere sobrevivir con el general Vargas, el yerno del general Serrano, pero la lógica de que a la cabeza de mando nombren al general Salamanca los tiene removiendo escombros y fólderes y tocando puertas de Washington para presionar la escogencia. En la Fuerza Aérea el asunto es a otro tono y como cuando dije que tenían aviones de pipiripao hube de meterme al bunker campesino, prefiero callar lo que conozco porque van y resultan bombardeados mis gansos.