Las cárceles
Hace 15 días el Juez Astaiza Rosero consiguió ganarle una tutela al director del Inpec por medio de la cual lo obligaba a dotar completamente la nueva y costosísima cárcel que construyeron en mi pueblo, donde él ejerce su profesión de impartir justicia y ha podido verificar, con sus propios ojos que, a la voz de que en Tuluá había cárcel nueva, comenzaron a llegarle presos trasladados sin comprobar las verdaderas especificaciones. Como era de esperarse, el director del Inpec no cumplió la tutela y el pantalonudo juez Astaiza lo acusó de desacato. Al funcionario lo condenaron a una semana de arresto.
El pasado martes en la noche, los presos hacinados en condiciones infrahumanas, se rebotaron. Aprovecharon que un torrencial aguacero hizo estallar un transformador y la energía se fue del área. Y como una de las fallas que el Inpec no ha suplido es la planta de emergencia, armaron el motín y con la disculpa de la falta de materiales o el deseo de usar la oscuridad para enfrentarse los de la Inmaculada con los de la Trinidad, armaron la guachafita.
En muchas cárceles del país el problema de hacinamiento y de violación de los derechos humanos aumenta. El tráfico de estupefacientes, las prebendas y la compraventa de espacios, protecciones, hamacas y colchones, ha vuelto las cárceles un mercado persa. Es un cuento viejo, pero agravado por la desidia con la que se quiere solucionar todo aumentando las penas. Es el primer aviso de lo que puede pasar en esas bombas de tiempo armadas para estallar en las otras cárceles. Ojo.