Mi abuela me enseñó

Para siempre, no sé por qué, se me quedó grabada la imagen de mi abuela parada en el patio de su casa mirando al cielo, era 6 de enero, porque dijo “en junio va a llover”.

Fue así que conocí las cabañuelas, esa técnica que permite determinar a los campesinos cómo se comportará el clima, comparando los 12 primeros días del año con sus meses, para así programar sus cultivos y cosechas.

Solía ser más útil antes la falta de mejores técnicas de metereología; sin embargo, su caída en desuso no solo tiene que ver con el empirismo, sino con otro fenómeno, real y advertido por la ciencia: el cambio climático.

Cada comienzo de año es un buen momento para hacer propósitos positivos y listas de deseos que incluyen desterrar, incorporar o arreglar algo, pero sé que pocos han incluido en ellas qué hacer para mejorar el mundo.

El tiempo va corriendo como un fugitivo, no solo el de este año, sino porque cada vez queda menos para ocuparnos de las cosas trascendentes, la vida se nos escapa en momentos sin rituales de la cotidianidad; pero es necesario, aunque sea sin reflexiones profundas ni militancias ambientales, empezar a tener comportamientos más adecuados para las necesidades del planeta.

Yo puse en mi 2019: no volver a usar bolsas, pitillos, botellas plásticas, cualquier cosa desechable y adoptar un árbol.