¿Nos rajamos?
La pregunta fue sencilla, el resultado revelador; tanto, que junto a mi esposa nos citamos para hablar al respecto y tomar decisiones contundentes porque no podíamos seguir viviendo así nuestro proyecto de vida familiar.
La pregunta fue: ¿con qué frecuencia practicas actividad física en familia?
Las opciones de respuesta eran: a) dos veces a la semana; b) tres veces a la semana; c) Nunca.
Por ser un trino de Twitter le hice captura de pantalla y se lo compartí en el chat a mi esposa. Su respuesta vino con emoticón de tristeza, pues nos recordaba la importancia de activar físicamente la vida tendenciosa del sedentarismo en cada uno de nosotros y por tanto, en el de nuestras hijas que ven en nosotros patrones de conducta.
Penosamente la respuesta no era tan absolutista como el nunca, pero no llegaba siquiera a las dos veces por semana.
Y es que antes valían excusas de no tener espacios públicos dignos, de no contar con recursos variados para hacerlo, pero hoy esos argumentos no son válidos.
El ejercicio físico mejora la calidad de vida de las personas, mucho más si se comparte en familia, pues fortalece los lazos de amor y fraternidad entre sus miembros. Dependiendo las edades se pueden establecer rutinas, tipos de deporte e incluso hacer del juego la mejor de las prácticas saludables.
Asumamos el compromiso de una vida más activa y saludable.