ADN Bucaramanga

‘Me encantaría ser un a sirena’

DAHIANNA ZAPATA SE ENCUENTRA EN LA ISLA DE CHIPRE. VIVE SOLA Y LUCHA A DIARIO CON SU DEPRESIÓN, MIENTRAS ESPERA UN VUELO DE REGRESO.

- STEPHANY ECHAVARRÍA @dulcitodem­ora

Me encantaría ser una sirena e irme nadando hasta Colombia, pero a cambio de eso estoy encerrada en un monoambien­te de Limasol, una esquinita al sur de la isla mediterrán­ea de Chipre que colinda con Turquía, Siria y el Líbano.

Mi nombre es Dahianna Zapata Tovar, tengo 23 años y hasta enero viví en mi natal Medellín junto con mi pareja y mis gatos. El 16 de enero aterricé en esta isla con el propósito de estudiar y de aprender nuevos idiomas: inglés y griego, y también conocer sobre la cultura griega porque desde que tengo memoria me ha gustado mucho.

Escogí Chipre porque aquí casi no hay latinos y sentí que podía hacer una mejor inmersión para cumplir mi sueño de ser bilingüe. Sin embargo, poco más de un mes alcancé a asistir a mis clases hasta que el coronaviru­s llegó y todo cambió.

En marzo la ciudad, y el país, cerraron completame­nte: colegios, tiendas, empresas, todo quedó sin operar. Y yo, sin saber mucho más del inglés con el que llegué, terminé confinada en un pequeño espacio en el que vivo sola y sin poder interactua­r con nadie porque no sé hablar el mismo idioma.

Aquí, estrictame­nte están abiertos los supermerca­dos y las farmacias, pues los protocolos de aislamient­o son muy rígidos. Pago un arriendo que me cuesta 600 euros ($2.600.000) por un limitado espacio y a eso se le suma lo costoso de mantenerme en una ciudad europea.

Yo ahorré este viaje trabajando como independie­nte porque a pesar de que soy enfermera auxiliar, lamentable­mente nunca lo pude ejercer en Colombia y decidí aprender otro idioma para ver si podía regresar en junio y encontrar un mejor futuro laboral en mi país.

Me duele ver cómo algunas personas creen que porque estamos fuera del país tenemos dinero de sobra para mantenerno­s mientras todo esto pasa. Muchos ahorramos por años para cumplir un sueño, dejamos de comprarnos cosas, de disfrutar de una buena comida o de festejos por contabiliz­ar cada peso que nos llevará a lograr nuevas metas, en mi caso aprender idiomas. Pero, seguir gastando ese dinero que con tanto esfuerzo conseguist­e y no cumplir tu sueño es lo peor. Vine aquí a gastar plata estando encerrada entre cuatro paredes, mientras mi novio y mi familia se esfuerzan en Colombia por ayudarme a sobrevivir en medio del encierro que hace que la gente se aproveche. Aquí, todo se encarece, te ponen un precio y tú verás si comes o si logras el dinero para tener un techo dónde dormir.

Todos los días me intento comunicar con los consulados más cercanos, envío correos electrónic­os a distintas autoridade­s para que atiendan mi caso, pero las respuestas son siempre las mismas: “cálmese, tranquila, todo va a estar bien”, nada más que eso.

Lamentable­mente soy una de las pocas nacionales que están en Chipre y que desean regresar a Colombia, pero ni siquiera cuento con la ilusión de un vuelo humanitari­o. Si se trata de regresar a mi país, yo estoy dispuesta a hacer todo lo posible por pagar el vuelo, pero lo cierto es que me dicen que, por ahora, es imposible salir de esta isla y eso me frustra más.

Lo más duro ha sido mantener mi salud emocional. Sufro de episodios de depresión y aunque intento no estresarme, es muy complicado. No es lo mismo que alguien te llame y te diga: "Ten paciencia, esfuérzate" o que un médico te formule unas pastillas para dormir y que no funcionen. Duermo al día dos o tres horas y ni siquiera siento ánimos para comer.

Entre estas cuatro paredes, me siento como en un manicomio

sin nadie que me atienda. Y la situación se complicó más desde el sábado pasado cuando recibí malas noticias desde Colombia. Una de las personas que más amo en el mundo fue abusada sexualment­e por alguien a quien conocemos desde la infancia. La llenó de moretones e, incluso, le dislocó el brazo, cuando ella se defendió y huyó. Pero, cuando fue a la policía a denunciarl­o, le dijeron que esa no era una prioridad en estos momentos y que, además, como no la violó, no podían judicializ­arlo.

Como mujer me siento muy mal y estando tan lejos de ella sin poderla apoyar, me siento peor. Eso me frustra, me hunde más en la depresión y siento que vivo al límite.

De lo poco que alcancé a conocer aquí en Chipre fue la nieve, algo que nunca había experiment­ado y que me llenó de alegría, así como el día en el que pude disfrutar de una de las tantas playas que rodean esta isla. Sin embargo, son pocos esos buenos recuerdos que tengo de este lugar.

Siempre me dijeron que era muy verraquita por venirme a vivir a otro país sola, por hacer tantos esfuerzos buscando cumplir un sueño, y aunque siento que dentro de mí todavía hay mucho valor y firmeza, terminar encerrada, sin poderme comunicar en un idioma que se supone vine a aprender y que no domino, y con la incertidum­bre de no saber cuánto más dure esta pesadilla, me hace sentir impotencia y frustració­n. Sé que debo seguir fuerte por mí y por mi familia que me espera, pero solo espero el día en que me llamen a decirme que hay un vuelo de regreso para mí.

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ISTOCK Chipre, situada en Asia Occidental, tiene una superficie de 9.250 Km2, que lo pone entre los países más pequeños del mundo. Es por esto que sus medidas de aislamient­o son muy estrictas para evitar un brote masivo.
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CORTESÍA Una de las alegrías de Dahianna fue la de conocer la nieve.
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