¿Aprenderemos?
¿Respetar distancias, acatar las normas, cumplir los protocolos y seguir con el nuevo modelo de vida?
¿Aprenderemos que el ritmo del tiempo ahora se vuelve más lento, que las filas se hacen eternas y que todos debemos ser tratados por igual?
Esta semana, durante mi día de pico y cédula pude ir a un reconocido almacén de papelería y libros, quedando sorprendida por la rigurosidad en los protocolos de ingreso.
Documento de identidad, limpieza de zapatos, toma de temperatura, registro de datos, tapabocas y uso de gel antibacterial. Todo con calma, si prisas, pero con la exigencia que amerita el cuidado de quienes allí laboran y de los compradores que vamos al lugar.
La paciencia que no es mi virtud se puso a prueba, había que esperar el turno de acuerdo al orden de llegada y mantener la calma mientras se daba cada uno de los pasos y se diligenciaba el formato. Eso está bien, parece tedioso, pero es por nuestro propio bienestar.
Sin embargo, aún nos falta mucho por aprender. Quizá por prisa, por alguna necesidad que no sabemos, o por simple rebeldía social, mal entendida, un señor armó tremendo lío porque quería ingresar sin el correspondiente tapabocas.
Asumámoslo, ya este hace parte del buen vestir, es igual que la camisa.
Entendamos que con el levantamiento de la restricción, todos los establecimientos públicos están llamados a acatar ciertas disposiciones y nosotros los clientes obligados a cumplirlas, sin rabias, si quejas, sin amenazas, solo respetarlas y obedecerlas. Recuerden: nuestra salud está en juego.