Del centro hacia afuera
La ciudad puede ser un lugar interesante, como una esfera de cristal de colores, solo por fuera claro, porque al adentrarse en sus sucias calles, con ese bullicio indescifrable y el rugir de los viejos motores, se torna desagradable, pero aún así interesante.
Camino cabizbajo por las calles del centro, confundiéndome entre vendedores que me esquivan y personas que caminan apuradas con bolsas en mano, algunas llevan niños que miran a su alrededor sorprendidos de las baratijas que cuelgan de los escaparates.
Muchas tiendas sacan gigantes parlantes que inundan las aceras con ensordecedores sonidos, apenas logro escucharlos, se pelean por los clientes. Promociones, ofertas, carteles. Carritos de comida con olores apestosos. Basura que se ha convertido en una alfombra y nadie se inmuta en limpiar porque tardarían meses en quitarla toda, y aún si lo hicieran, en menos de un día la alfombra estaría así de nuevo.
El tráfico de las calles es lento, los carros van fluyendo sosegadamente como la sangre de alguien que está a punto de morir.
Aún así presionan el claxon y todo se mezcla en una ópera desafinada. El sol está puesto en el cielo con gran plenitud, alzándose con fiereza sobre Cali.
La alfombra de basura de las calles del centro empieza a hervir. Hombres y mujeres con jarras de jugo frío en mano, salen de todos los lugares.
Todo aquel movimiento, ese ir y venir, esas acciones bruscas; son la vida del centro en la tarde.