Tú, Bogotá
Cuestión de dueño
Hace pocos días hice el descubrimiento de algo que nos tenía pensativos a los miembros de mi hogar: la mascota que se encargaba de que todos los días, cada vez que salimos de casa, nos dejara sus excrementos justo al frente de la puerta. Ello nos exigió volvernos más atentos de lo normal, pues se trataba de una sorpresa que llegó a poner en riesgo el ingreso a la ruta escolar o al taxi que se pedía para ir al trabajo.
Se trata de un perro de raza ‘french poodle’ (o eso creo), sin género determinado, ni nombre definido. No tengo mayor información pues huyó apenas me vio regresar a casa.
Mi reacción no se hizo esperar, quise perseguir al infractor del artículo del Código de Policía, hasta que vi en la distancia a su dueña. Ella, sin inmutarse esperaba en la puerta de la su casa a que su mascota terminara de hacer sus necesidades fisiológicas. No se movió para recoger los excrementos. Sencillamente, bostezaba y se arropaba con su ruana pues el asomarse a la puerta le exigía soportar el frío de la noche.
Mi persecución terminó ahí, cuando me di cuenta que la tierna mascota no tiene problemas diferentes a que tiene una dueña irresponsable que no le importa afectar la convivencia con sus vecinos. Sencillamente, ensuciar el espacio público no es un problema para ella, y supongo que mucho menos, pagar una multa de $98.360 si la autoridad le impone el rigor del Código de Policía.