Un perdón a la guerra
Víctimas del conflicto produjeron cortometrajes en ‘Video Reconciliación’.
● “La necesidad y esencia de llegar a la reconciliación es perdonarse y perdonar, donde contar mi historia sirva para que el otro pueda entender que es ser parte de una guerra y después de mucho tiempo poder resurgir”, afirma Ana Angulo, excombatiente del ELN.
Alba, quien sufrió el desplazamiento forzado en el Chocó por el conflicto armado, debido a que su hijo fue obligado a la guerra y su esposo fue asesinado, asegura que es una mujer renovada. “Ya no soy víctima, soy una mujer sobreviviente del conflicto”.
Como ella, 26 mujeres más entre víctimas del conflicto, excombatientes y de ‘población vulnerable’ lograron atravesar un proceso de transformación y cambio para sus vidas.
Durante dos años hicieron parte de la iniciativa ‘ Video Reconciliación’, que buscó promover y potenciar la reconciliación, así como aportar a sus procesos de autorreconocimiento y empoderamiento personal y colectivo.
Este proyecto fue financiado por la Embajada de la República de Corea en Colombia y se ejecutó por parte de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia (MAPP OEA), la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (Uariv), la Agencia para la Reincorporación y Normalización ( ARN), la Secretaría de Paz y Cultura Ciudadana de Cali y la Ruta Pacífica de las Mujeres.
Sonya Silva, tallerista y directora del proyecto, denominó ‘Video Transformación’ al proceso que Ellas lograron tener un proceso de autorreconocimiento y empoderamiento personal y colectivo.
atravesaron las mujeres en herramientas audiovisuales para producir historias, contar los relatos y trabajar en equipo.
Las mujeres lograron producir dos cortometrajes participando en la planeación, elaboración del guión, reportería, actuación y grabación. ‘Una segunda oportunidad’ que trata sobre iniciativas comunitarias de reciclaje en el barrio Llano Verde y ‘ Mujeres reexistiendo’, con temática de la migración hacia las ciudades y las dinámicas de violencia que enfrentan quienes llegan a las urbes.
Desde la MAPP OEA y la ARN, la iniciativa renace en reunir a las mujeres que han sido victimas toda su vida y que no han sido escuchadas.
Daniel Millares, coordinador de justicia de MAPP OEA, dice que “muchas de ellas alcanzaron grandes cambios personales tanto como colectivos. Son las mujeres de Colombia y la representación del país”. Isabel Varón, coordinadora de la ARN, asegura que en los territorios se esta construyendo la paz sostenible. “En estos procesos, la mujer esta llamada a la reconciliación y al empoderamiento”. o puedo evitar pensar en la palabra subdesarrollo, término acuñado por los países del primer mundo para determinar a los países neocolonizados que son explotados para su provecho. Colombia es uno de los países enmarcado como subdesarrollado. A pesar de sus vastas tierras fértiles y sus depósitos de petróleos, el avance político y económico en un país que ha aceptado su posición de explotado, no es un hecho. Y es que es la aceptación de subdesarrollo, es algo también cultural. Analizar los grupos oligarcas que han gobernado esta patria, revisar el llamado orden social, nos muestra indicios de una sociedad bastante decadente.
Un Estado corrupto, el imaginario cultural nacido desde el narcotráfico y el paramilitarismo, el desamparo de las instituciones a los sectores marginados de la sociedad. Lo anterior da a entender que el subdesarrollo no solo se ha instalado política y económicamente, sino también en el individuo que se manifiesta violentamente ante las leyes, pues quiere pasárselas por la galleta.
Aquí no se triunfa actuando de la mejor manera, sino de la manera que sea más ilegal y que pase por encima de los demás.
Aquí no interesa hacer las cosas correctamente, sino llegar al fin de las cosas por el camino que sea necesario, sin importar si este viola la dignidad de las otras personas.
Desde ahí nace la corrupción y se extiende hasta las oligarquías que entienden al pueblo como subdesarrollado, ignorante y explotado.