Una gran mentira
El tal Censo que para saciar apetitos forzó el gobierno Santos, terminó por fin. Y terminó mal, muy mal, como era de esperarse para quienes lo vimos parir de la nada, armarse con trucos y financiarse esquivando la Ley de Garantías. Los resultados que explicó el director del Dane convierten al tal Censo en lo que era: una gran mentira. Según dijo Oviedo (un gomelo relanzado a la escena pública con cara de yo no fui) mientras nos repite con su angustia facial que ese bodrio fue apenas un amasijo de datos, los colombianos nos enteramos de que escasamente somos 45 millones de habitantes.
Nadie le va a creer a ese tal Censo, pero como lo hicieron los ordeñadores del régimen santista a través del Fonade, y no del Dane, para repartir los últimos pesos del despilfarrado presupuesto, y nadie quiere asumir ni su autoría ni su responsabilidad, va a quedar solo ahí, registrado en una memoria que cada vez está más en la nube y menos en nuestros recuerdos. Eso sí, lo van a usar para lo que les convenga y como tal nada de raro tendría que el ministerio del déspota Carrasquilla lo utilice para recortar las transferencias a las regiones y para tanta otra cosa que requiera el motilado o la desviación de los recursos del Estado.
Pero como este país siempre tiene una hendija de suerte, y detrás de ella en las últimas décadas ha estado la mano y el perrero de Álvaro Uribe, podría hasta llegar a pensarse que el tal Censo sirva para que los travestidos congresistas modifiquen el presupuesto, reasignen las partidas que se liquidan por el número de habitantes y consigan compensar los 14 billones que se inventaron como faltante para meternos imbécilmente la Reforma Miserable y se decidan a retirarla porque no habría déficit.