Azúcar, carne y plástico
Los daños a la vida del hombre han ido cambiándolos de acuerdo a las orientaciones científicas, económicas o políticas. Los médicos han sido expertos en ir de un lado al otro y con ese afán de prohibir y de hacer sufrir a la gente para prolongarle la vida, pasan de una receta milagrosa a volverla, años después, una prohibición. Los ancianos recordamos cómo hace 55 años el tratamiento para lo que llamaban úlcera péptica (ahora dizque la clasifican dentro de las gastritis) eran leche y gelatina royal, y una dieta de espanto. Ahora lo primero que le ordenan a uno ante la gastritis es alejarse de los lácteos como si fueran veneno.
Usando la maquinaria arrolladora de los medios antiguos, la peligrosísima de las redes y los abusivos y dictatoriales decretos del Estado, arrecia una campaña para que no usemos bolsas plásticas, no consumamos azúcar y no comamos carne. Las bolsas plásticas las reemplazan por bolsas de papel, que se obtiene de la celulosa de árboles que hay que tumbar. El azúcar, que ha endulzado la vida por milenios, lo cambian por las caras amargas de quien no puede encontrar la delicia en un helado de vainilla simplón. Y la batalla contra la carne busca que los campesinos no tengan más vacas para que no caguen porque por cada kilo de carne necesitan producir boñiga que no sé cuántos centímetros cúbicos del metano le aportan al envenamiento de la atmósfera.
No calculo la cifra de seres humanos que dejarán de comer por esta guerra contra la trilogía maldita que permite aún que millones de manos tengan trabajo, pero la ferocidad conque persiguen la carne, el azúcar y el plástico no tiene compasión alguna por los que se morirán de hambre por falta de empleo.