Punto muerto
Nada demuestra más la falta de imaginación de los integrantes de una mesa de negociación que dejar llevar las conversaciones a un punto muerto. Al mismo tiempo, no hay nada más peligroso para el desarrollo del conflicto que quiere evitarse conversando, que adoptar posiciones intransigentes. Eso y más han dejado que pase en el Cauca. Es obvio que el gobierno naranja apenas está aprendiendo. Este es el primer bloqueo/paro/rebelión que asume en su mandato. Pero cuando se gobierna un país y no se sabe, quedan las canteras de la imaginación, la posibilidad de cambiar de interlocutores o la de romper las conversaciones.
La ministra del Interior encargada de liderar durante 15 días las conversaciones con esa masa cada vez mas informe de indígenas, mestizos y aprovechadores, quemó sus baterías y nos ha puesto al borde de cosas más graves. Agotó el diálogo y mató la esperanza. Los dirigentes del bloqueo, repetidos en sus métodos ancestrales, hicieron otro poco. Llevaron todo al espacio donde no se resuelve nada y queda más fácil perder que ganar. Y como tienen un aparataje de leyes y normas constitucionales que les dan un trato preferencial frente a los demás ciudadanos, terminaron por despertar el racismo atropellador del colombiano.
El hecho de que se oigan voces pidiendo bala y arrasamiento con las fuerzas constitucionales para despejar la carretera es la consecuencia de un régimen de derechas que se da cuenta de que los latifundistas ya no son los ricos de siempre, sino los resguardos y organizaciones indígenas. Pero el que caucanos, vallunos y pastusos se hayan acostumbrado al bloqueo y a sus afugias es mal síntoma. No les queda tempo de bañarse ni la mente ni el cuerpo y van a oler maluco.