Ni vandalismo, ni encapuchados
Es una lástima que la presencia de muchos colombianos protestando pacíficamente en las calles se empañe por grupos de encapuchados y las acciones vandálicas contra el mobiliario público como las estaciones del MÍO, lugares de comercio e instituciones oficiales. La presencia de esos grupos en las marchas es perturbadora y termina por deslegitimar la protesta pacífica y dando justificaciones a la respuesta de fuerza de parte del estado, en este caso, de la Policía a través del Esmad. Para la gran mayoría de los ciudadanos resultaría inconcebible que ante el despliegue de violencia que ejercen estos encapuchados, nadie haga algo. Y que esta respuesta sea proporcional y guardando las debidas precauciones para no incurrir en el uso excesivo de fuerza, es una exigencia que por supuesto hay que acompañar. Pero ni el espacio público, ni las universidades pueden quedar a merced de los vándalos. Sin duda hay muchas razones y bien poderosas para protestar: la corrupción, la politiquería, defensa de lo público (incluida la salud y la educación), desigualdad y en primerísimo orden la defensa de la vida, para que cese el extermino de liderazgos sociales. Pero, así como quedó demostrado que la lucha armada revolucionaria no es el camino para obtener estos cambios, tampoco lo es la violencia vinculada a la protesta social. El único camino es la protesta y la movilización ciudadana, masiva y no violenta. Por supuesto, para que ello ocurra el estado y autoridades deben extender plenas garantías para estas expresiones. No sé qué pase por la cabeza de los encapuchados o a qué le apuestan, pero deben saber que sus actos no son heroicos ni revolucionarios ¡