Cavilar
Urge que pasemos de la opinión ligera al argumento razonado. Vivimos un tiempo de preocupante irreflexividad y de radicalismos que enceguecen nuestra capacidad de comprensión sobre nuestra realidad y sus tensiones.
Pasan tantas cosas simultáneamente que parece insuficiente el tiempo para rumiar y digerir la información, los hechos, las noticias, los debates que la vida social y política colombiana nos presentan a diario. En una semana tenemos: declaraciones sobre compra de votos que comprometen directamente al partido de gobierno; convocatorias a continuar y fortalecer el movimiento de Paro Nacional; debate público sobre el Derecho al Aborto, es decir, sobre las mujeres y la soberanía sobre nuestros cuerpos; Declaraciones de Renta de los senadores que impulsaron la Reforma Tributaria en las que se muestra que ninguno de ellos “tuvo” que pagar impuestos en el 2019; el cuerpo de un niño de 10 años víctima de un Crimen de Estado o falso positivo; y así, un largo etcétera de temas complejos que nos determinan y sobre los cuales deberíamos tener posiciones más serias y responsables.
Hay que revisar y cuestionar nuestras opiniones personales: ¿Cómo llegamos a ellas? ¿cómo las sustentamos? ¿por qué pensamos eso y no otra cosa? Puede que en este ejercicio descubramos que muchas de las ideas que defendemos no son propias, o que nos demos cuenta que nos hacía falta profundizar en temas para hablar acerca de ellos.
Si queremos dejar de dar tumbos como sociedad necesitamos de diálogos menos estériles y superficiales. Hacer silencio para pensar mejor.