Comunidades del Caribe buscan ayuda
COVID-19 HA GOLPEADO FUERTE SU ACTIVIDAD ECONÓMICA DIARIA.
Abandonados se sienten los habitantes del parador turístico de Zarabanda, en la carretera Cartagena - Barranquilla, que dependen del turismo que se esfumó por la pandemia.
Las casetas de venta de comida, usualmente llenas de viajeros y turistas, hoy parecen un pueblo fantasma.
Yolanda Montes, quien tiene un restaurante en Zarabanda en el que trabajan 12 personas, cuenta que no entiende por qué personas del Gobierno que alguna vez fueron clientes suyos hoy no los tienen en cuenta, "nos ignoran del todo", dice.
Cita al presidente del Senado, Lidio García, quien, cuando era cantante de vallenatos, siempre paraba a comer allí.
“Le hemos enviado mensajes para rogarle por ayuda pero nada (...) Creo que no saben que existimos a pesar de que todos vienen a disfrutar de las arepas”, afirma.
En esta zona también está el Totumo, un volcán de lodo de unos 15 metros de alto al que los turistas suelen acudir por lo exótico de bañarse en el interior de su cráter y por las propiedades medicinales que le atribuyen a sus emanaciones.
Del volcán viven unas 45 familias del caserío de Loma de Arena que a diario ofrecen planes como la inmersión en el cráter, la visita a la Ciénaga del Totumo y comidas típicas de la región, pero con la circulación restringida y la falta de turistas, esta comunidad también pasa las semanas en blanco.
Además, está Galerazamba un punto ubicado en límites entre Bolívar y Atlántico. Allí vive una comunidad afrodescendiente de cerca de 300 familias que durante décadas vivieron de la mina de sal cercana al caserío.
A mediados de la década de 2000, la explotación de sal entró en decadencia y con ella la calidad de vida de la mayoría de sus habitantes que hoy viven de ínfimas pensiones.
Este poblado de calles polvorientas y temperaturas que no suelen bajar de los 33 grados centígrados al mediodía, tuvo un pequeño renacer económico en 2018 gracias a los turistas que iban a conocer las piscinas que se tornan rosadas entre diciembre y abril por la sal, pero la ilusión de encontrar en el turismo una fuente estable de ingresos se diluyó con el cierre del acceso de visitantes a la mina y ahora por la pandemia.