Contracultura
Hace tres años cuando empecé con esta columna me podía dar el lujo, a veces, de no tener tema. Incluso, en ocasiones 'gugleaba' qué onomástico se cumplía el día de la publicación para escribir al respecto, siempre sobre la base de que este es un espacio para reflexionar sobre la razón de ser y el ejercicio de la ciudadanía.
Pero, eso cambió hace dos años. Uno no sabe qué abordar primero, porque los acontecimientos desastrosos que obedecen a un 'patrón' común (en sentido literal y figurado) estallan y se apagan a cada segundo como fuegos artificiales en un firmamento de líderes sociales asesinados, niñas violadas por miembros del Ejército, brutalidad policíaca, la sempiterna corrupción y una Presidencia cínica y cómplice.
Sin embargo, no he perdido la esperanza porque, a la par, veo un resurgir de conciencia y acción colectiva, sobre todo en la juventud, que me hace pensar que el sociólogo Immanuel Wallerstein (1930-2019) tenía razón. A diferencia de muchos científicos sociales que afirmaron que la contracultura de los sesenta había sido una chispa momentánea, él fue de los pocos que pronosticó que en realidad era una semilla que daría fruto a partir de este nuevo milenio.
Y fíjense: todo lo que surgió hace más de medio siglo ahora está en pleno ascenso: nuevos movimientos anti sistémicos como el antirracista, medioambiental, feminista y LGBTI, entre otros.
Creo que no hay vuelta atrás: los abuelos hippies y mamertos le han pasado la antorcha a los centennials.