Miedo en El Campín
Cerca de 16 meses esperaron los aficionados del fútbol para volver al estadio El Campín. Lo que prometía ser un evento deportivo con público se vio opacado por el regreso de la violencia a las tribunas.
Bogotá fue la única ciudad del país que falló esta semana. A pesar de los controles de aforo, bioseguridad y la presencia de la alcaldesa, se cometieron varios errores ese día. Para empezar, no planearon bien la seguridad para un partido con connotación de clásico; segundo, no se detuvo el encuentro a pesar de que los hechos lo exigían; tercero, el hecho ocurrió en una tribuna familiar donde los espectadores viven el fútbol diferente a como lo hacen las barras bravas.
No se puede normalizar la violencia. Hay que actuar y sancionar ya a quien tenga un comportamiento que atente contra la integridad de los asistentes.
Ahora bien, las medidas de la Alcaldía son oportunas pero insuficientes para resolver el lío de la violencia en los estadios. Sancionar hinchas e impedirles la entrada al estadio es una medida que castiga al 99 % de los aficionados que tiene buen comportamiento. Pero tambén se corre el riesgo de trasladar la violencia a los alrededores del estadio.
El control a la venta de boletas no es nuevo; caso contrario si hace control biométrico para verificar quién es el el comprador, que ha sido efectivo en otras partes del mundo.
La solución está en seguridad y pedagogía. Mejorar el control de acceso y control al interior; identificar aficionados violentos e impedir su ingreso; carnetizar a las barras y sancionarlas si tienen comportamiento inapropiado. Y lo clave: el trabajo social con los barristas.