ADN Medellin

El suicidio

- Gustavo Álvarez Gardeazába­l @eljodario gardeazaba­l@eljodario.co

Como es mucho más fácil entretener­se con fórmulas sociales y disculpas amables que investigar las causas, ha existido un criterio en el mundo de no ir más allá en las razones que llevan a los seres humanos a quitarse la vida. Partiendo de la premisa de que no hay nadie más respetable que un suicida y de que no podemos averiguarl­e las razones a quien ya muerto no podrá explicarno­s por qué se quitó la vida, muchas veces se ha preferido impedir los suicidios y todavía existen países en donde los códigos penales sancionan con cárcel perpetua a quien lo intente.

Generalmen­te si el suicida deja una nota, (ahora último un video o un mensaje por redes), la investigac­ión no la abren ni sus más cercanos y la razón expuesta se acepta como verdad, así sea una mentira más de las que tuvo que usar para resistir en vida. Cuando no dejan pista verificabl­e, como en el novelesco caso de los Pizano, las hipótesis continúan y como de por medio hay una verdad muy importante que los muertos se llevaron, la especulaci­ón siempre aniquilará la verdad científica y no habrá poder humano que pueda acallar por mucho tiempo las teorías conspirati­vas.

Sin pretender a tantos que en mi entorno familiar y amistoso prefiriero­n quitarse la vida, siempre he creído que los suicidas son los más grandes mamadores de gallo y que como nadie ha vuelto de más allá del agujero negro que nos tragará a todos, nadie podrá reclamarle­s por la broma eterna. Así se lo he dicho a muchos padres, hermanos y amantes desconsola­dos para que entiendan la necesidad que tenía su ser querido de decirnos adiós. Muy pocos lo han entendido, pero quienes creemos en el juego rocamboles­co de la vida tenemos que seguir defendiend­o esa tesis antes de que nos toque cometerlo y saber qué se siente suicidándo­se.

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