ADN Medellin

Fiebre de mercados para beber y comer

Hay por lo menos seis en el valle de Aburrá y se avizoran más proyectos.

- Néstor Alonso López López Editor ADN Medellín

● En una noche veraniega, varios amigos se sientan a lado y lado de una barra larga, donde ya una pareja come y bebe cerveza. Uno de los recién llegados baja de la silla alta y retorna contando que lo suyo será una ensalada al wok, otro levanta la mirada y escoge a lo lejos un plato con pollo tailandés, mientras que otra opta por hacer un recorrido a ver de qué se antoja y vuelve con la noticia de que halló un lomo saltado en un restaurant­e de comida peruana.

Todos piden cerveza local para acompañar las viandas, aunque en el sitio existe la posibilida­d, visible, de irse por el vino u otras bebidas.

Están en Mercado del Río, el primer mercado gastronómi­co que se creó hace dos años y medio en Colombia, tomando la idea de Europa, donde estos sitios llevan varios años. De hecho, en Madrid (España) este tipo de negocios se volvió una estrategia para revitaliza­r sectores deprimidos o en decadencia, como San Idelfonso, la Gran Vía o el San Fernando, o incluso La Platea, que tomó un viejo teatro y lo transformó en un imponente complejo con tres pisos llenos de restaurant­es.

Así mismo, viejas plazas se remozaron y hoy son ganchos para atraer turistas, donde los olores deliciosos y la comida humeante reinan. Los precios de los restaurant­es afamados suelen ser mucho menores a los de sus otros locales, manteniend­o la misma calidad.

También en Nueva York, son tendencia. Entre otros, se aprecia uno en el puerto que da al río Hudson, donde antes quedaban astilleros. Uno más ocupa una vieja siderúrgic­a en el Soho, con una oferta de restaurant­es y supermerca­dos gourmet que evocan todo tipo de sensa- ciones, menos las ganas de hacer dieta.

En Medellín hay fiebre de estos lugares. A diferencia de las plazoletas de los centros comerciale­s, estos tienen un mayor grado de sofisticac­ión y la gente llega exclusivam­ente a comer, picar, tomarse unos tragos o ver partidos de fútbol de manera relajada.

El primero fue precisamen­te Mercado del Río, y de ahí en adelante no han parado los proyectos que se nutren no solo de la demanda local sino del núme- ro creciente de foráneos que llegan todos los días a la capital antioqueña desde ciudades del país y el extranjero.

“Eso nos ayuda a consolidar un destino gastronómi­co y contribuye a posicionar marcas, primero por la cantidad de ofertas que tiene en cada mercado y adicionalm­ente se vuelve un programa para la gente de las oficinas, de ir varias veces a la semana y siempre poder comer algo distinto”, comenta Juan Carlos Jaramillo, director eje- cutivo del Tour Gastronómi­co de Medellín, que agremia a buena parte del sector en esta ciudad.

Jaramillo no duda en calificar este como el cuarto de hora de dicha tendencia. “Lo que se ve en Medellín es una ciudad muy atractiva ante el mundo, lo cual dinamiza el turismo y el sector gastronómi­co”, añade.

Sin embargo, manifiesta su temor de que ocurra como en los centros comerciale­s, acerca de los cuales conceptúa que generaron una saturación que afecta la rentabilid­ad de los mismos.

Hay que recordar que el Mercado del Río queda en el complejo urbano Ciudad del Río, que se levantó donde antes quedaba la Siderúrgic­a de Medellín S.A. (Simesa).

Otro posicionad­o es el Mercado del Tranvía, el segundo en orden de aparición, en los alrededore­s de la estación del tranvía Buenos Aires, que abrió en septiembre del 2017 sobre la calle Ayacucho, en el terreno del antiguo Salón Clarita, que hace más de medio siglo era un tradiciona­l billar y bailadero, reconocido por la chunchurri­a y la fritanga que vendían en las afueras.

El negocio se había venido a menos justamente porque no aguantó los tres años que duraron las obras del sistema masivo de transporte que está articulado al metro.

“Estuve en visita y vi que el sitio estaba vacío. Monté el proyecto y en esas nos dimos cuenta de que estaba en ciernes el del Río, que empezó cinco meses antes”, relata el gerente, Julio Medina.

El sector tiene la particular­idad de ser un barrio estrato tres rodeado por estrato 2, a pocas cuadras del centro de la ciudad, muy distinto al pionero, que se erigió en un sitio exclusivo.

“Somos un negocios aspiracion­al, les queremos dar a los barrios la posibilida­d de tener acceso a sitios gourmet, es como tener un local estrato cinco en un barrio estrato tres”, comenta Medina, quien destaca que a la par le ampliaron los límites a la ciudad porque “para la gente de El Poblado había una frontera imaginaria en el centro comercial Sandiego y ahora somos el ‘parche’ de las señoreas de allí que se van por la tarde a tomar el algo”.

Posteriorm­ente se han creado los mercados de La Strada (El Poblado), Laureles y desde el 30 de noviembre pasado abrió otro en Bello (norte del Aburrá) –a unas cuatro cuadras de la Choza de Marco Fidel Suárez– con 26 espacios de venta.

Solo se comenta de un proyecto de mercado fallido en el sector de Manila, en El Poblado.

“Sabíamos que este era un modelo que se iba a replicar, porque cuando abrimos todo mundo preguntaba y uno veía gente tomando fotos, pero no creímos que fuera a ser tan frenéti- co, porque se han montado muchos en muy corto tiempo, y los que se vienen, porque uno conoce proyectos que están en ciernes”, menciona John Cucalón, director de Mercadeo y Trade de Mercado del Río y La Strada.

El mismo grupo de inversioni­stas de Buenos Aires inauguró en noviembre un local más grande con un concepto idéntico, cerca del parque de Envigado y planea otro en Bello, al otro extremo del valle de Aburrá, hacia el norte.

Por su parte, Juan Mesa, gerente de Intermobil­iaria Poblado ya tiene caminando un proyecto más en el sector de La Playa, diagonal al Teatro Pablo Tobón Uribe, en el centro de Medellín, y continuarí­a con otro en Llanogrand­e (Oriente antioqueño), a la par que escuchan propuestas desde Barranquil­la.

Por su parte, la meta de los accionista­s del Mercado del Río, según su director de Mercadeo y Trade, es tener tres más de estos conjuntos en un lapso de cinco años, de los cuales uno sería en otro país, pues ya han recibido ofertas de ciudades como Montería y Manizales, así como de Honduras y Miami.

Mesa asegura que para los comerciant­es ha sido muy lucrativo, ya que por ejemplo algunos invirtiero­n en el mercado de Bello unos 70 millones de pesos en el montaje de sus cocinas y al poco tiempo, aún sin abrir, ya les estaban ofreciendo alrededor de cien millones de pesos por los locales.

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GUILLERMO OSSA/PORTAFOLIO El Mercado del Río fue el primero en abrir, hace dos años y medio, tras estudios de factibilid­ad que duraron cerca de un lustro.
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Al Mercado del Tranvía, en Buenos Aires, va gente de toda parte.
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GUILLERMO OSSA Mercado de Laureles, localizado en el segundo parque de este tradiciona­l barrio del occidente.

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