Oswaldo Correa, pintura que evoca
● Hace 20 años Oswaldo Correa llegó a Estados Unidos buscando nuevas oportunidades. Allí se encontró con una pasión que tenía desde niño pero que solo afloró una madrugada de 2003 en Miami con el folclorista Mario Mosquera quien, después de unos vinos, canciones y poemas, le propuso pintar un cuadro en compañía.
A sus 51 años de edad, cada que habla, Oswaldo denota ese amor por las montañas, la música, la gastronomía del país, los artistas, escritores y todo lo que tenga el sello colombiano. En sus palabras “lo extraña todo”, pero mucho más a la familia y el clima frío de algunas zonas del país. Quizá por eso, el pintor tiene un arraigo permanente por todo aquello que suena a Colombia. Es hijo de Benjamín Correa, un campesino antioqueño y Ana Cecilia Pemberthy, una mujer citadina. Esta mezcla de campo y ciudad se ve en los colores primarios y los retratos que elabora. “Yo pinto sobre la tradición, sobre lo que somos como colombianos. Pinto sobre nuestro folclor”, manifiesta.
Nace la dactilopintura
Irónicamente su ignorancia con el lienzo se convirtió en su mayor virtud. Esa noche de 2003, al no saber utilizar los pinceles, decidió pintar con los dedos y ahí, en el primer cuadro, encontró su ADN: la dactilopintura, pintar solo con los dedos.
Su mayor referente artístico es Amedeo Modigliani, el pintor y escultor italiano, quien según Correa, dedicó toda su vida a pintar solo lo que sentía.
Desde que decidió seguir su pasión, Oswaldo ha obtenido reconocimientos con sus obras en países como Bélgica, Francia, España, Suiza, Argentina, Chile, Uruguay y por supuesto, su natal Colombia.
Actualmente, Oswaldo vive en Miami. A eso de las 5:30 a.m. se despierta y sale a caminar un rato por la playa junto a su esposa Carmen Eliza Velásquez quien también es pintora y a su vez su maestra.
A él le gusta pintar al ritmo de ‘Las acacias’ interpretada por Los juglares de Cali. Esta canción es un bambuco que habla de una casa campesina abandonada. Aunque también disfruta de los tangos y la salsa.
Cultura por los EE. UU.
Respecto a su obra dice que el cuadro que menos le ha gustado es el que más caro ha vendido. “Fue una pareja de silleteros que hasta me da rabia verlos. La señora que me contrató para pintarlos no me dio la libertad de pintar lo que yo quería. Pinté lo que ella me dijo. Fue muy agotador”, dice.
Por su parte, el que más le ha gustado es un retrato de su nieto Tiago Valencia titulado ‘Hijo de la tradición’. El niño, de tan solo cinco años, dice que cuando grande quiere ser como su abuelo y eso lo llena de orgullo porque le heredó los genes por la tradición.