Radiación UV contra el nuevo coronavirus
Investigadores buscan desarrollar una cámara que proteja en sitios masivos.
Puede ser una silla, una pared o incluso un choque involuntario con otra persona. Fuera de casa y sobre todo en los lugares con un intenso flujo de personas, las partículas del nuevo coronavirus circulan por todas partes y solo basta un leve contacto para que estas se depositen sobre la piel o la ropa, activando la cuenta regresiva para una eventual infección.
Hasta ahora, la única barrera es lavarse las manos con frecuencia, pero ¿qué pasa cuando, en determinadas circunstancias, es necesaria una desinfección de todo el cuerpo?
El planteamiento de ese problema fue el punto de partida para un equipo de físicos, médicos e ingenieros colombianos que creen haber encontrado una poderosa alternativa y están trabajando contra el reloj para desarrollarla: una cámara de radiación ultravioleta que desactiva el virus y no causa daños en la piel ni los ojos.
Para entender lo revolucionario de la idea, lo primero que hay que tener en cuenta es que, durante décadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que la radiación ultravioleta (UV) constituye uno de los principales peligros para la salud.
La radiación ultravioleta se divide en UV- A, UV-B y UV-C. Cada una, determinada por la longitud de onda de los rayos, siendo la de tipo A las más grande y la de tipo C la más pequeña. Dentro de los tres grupos, los rayos de tipo UV-A son los menos peligrosos, mientras los de tipo UV-B se asocian con las quemaduras que genera el sol. Por esta razón, por ejemplo, las fuentes que generan radiación de tipo UV-B son usadas para las cámaras de bronceado.
Pero desde hace más de un siglo, son los rayos de tipo UV-C los que mayor potencial han mostrado para la desinfección del agua, el aire y diversas superficies, ya que pueden infringir daño a todo tipo de microorganismos, tales como bacterias, protozoos, hongos y hasta virus. En el caso del nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, esta acción se traduce en que este no puede reproducirse y pierde su capacidad de infectar a las personas.
“Es como si a un carro se le quitaran las llantas”, dice Rodrigo Gómez,líder, del proyecto.