Mudanzas

El tedio que causan las mudanzas, el desaliento que produce desmantelar el espacio personal donde se ha habitado por tanto tiempo y empacar la vida misma en unas cuantas cajas, armarlas y reforzarlas con dos vueltas de cinta adhesiva, etiquetar según sea su contenido con marcador negro. Enrollar en papel periódico lo frágil para que no se rompa en el traslado, bajar las cortinas, construir torres de cartón, asear y pintar para borrar el rastro humano, buscar quien cargue el peso de nuestras pertenencias en un camión, pensar en cómo subir la nevera o meter de nuevo el sofá por la estrecha entrada, sudar mientras se suben y bajan mil veces las mismas escaleras, padecer el cansancio, el dolor de espalda, despedir los recuerdos, sentir la nostalgia del que se desprende de un fragmento de su existencia, horrorizarse frente a los fantasmas de lo que fuimos, de los momentos perdidos e irrecuperables, añorar lo que se tuvo, desplazarse con incertidumbre hacia lo desconocido, invadir lo que fue de otros, borrar las historias que jamás nadie podrá contarnos, descargar con desaliento y ansias, explorar los nuevos espacios, otorgarles personalidad, proyectar una mejora en un futuro cercano, llenar la atmósfera con lo propio, sentir alivio porque lo peor ya pasó, embargarse de ilusión y dicha mientras se desempaca, se ordena, se limpia y se acomodan los objetos, compran una lámpara, sentarse a pensar en lo que queda faltando, adaptarse a que el swiche de la luz no está al lado izquierdo de la cama, tomar café en la terraza que nunca habíamos tenido y sentir que siempre estuvimos ahí.