Alo (Colombia)

Juliana Galvis

Cambiar de país, de Casa, de estado Civil, enfrentars­e a un divorCio. perder la identidad, estar a un Centímetro de perder la vida. Y, Cuando todo pareCe disipado, levantarse, saCar Coraje, aferrarse a un sueño Y empezar de nuevo. porque la vida no es li

- por sandra paola real m. Fotos Hernán puentes

Es la mañana de un jueves, y Juliana Galvis (36) se asoma sonriente por la puerta de su apartament­o enclavado en los cerros orientales de Bogotá. Luce una camiseta blanca, jeans holgados y un saquito de lana tejido con lentejuela­s, brillo que hace juego con los topos de diamantes en sus orejas y un pendiente que lleva en el cuello. En su dedo anular ya no lleva su anillo de compromiso ni su argolla de casada que lució durante una década. Hoy, luce radiante y ligera luego de un vendaval que pasó por su vida en los dos últimos años y que la sacudió con una fuer- za estremeced­ora. Tras meses donde los ojos de todos estuvieron puestos en ella, en medio de rumores de divorcio, reconoce que por fin tiene la cabeza clara y está tranquila, y por eso decidió abrirle su corazón a ALÓ y contarnos la historia.

Quizás en algún momento Juliana no quería volver a casa. Porque, a decir verdad, se tomó su tiempo, paró en todas las estaciones y vivió varias aventuras entre Nueva York, México y su país, algunos episodios maravillos­os, otros muy duros, antes de despachar sus miedos y tomar la decisión de separarse y firmar el divorcio con el productor Pedro Dávila, con quien vivió una historia de 12 años. Y como si fuera poco, volvió a irse para retornar al apartament­o en el que todo empezó en Bogotá. Esta es la versión de una mujer valiente (una de las pocas que son capaces de cerrar capítulos y empezar de nuevo), por eso sus palabras favoritas actualment­e son “el hoy”. Así habilita un relativism­o interpreta­tivo que, de seguir el rastro, terminaría tiñendo todo lo que se le aparece como pasado, como mito de origen. Y más aún en tiempos difíciles, cuando hasta las mismas huellas tienden a borrarse; en tiempo de lágrimas, de aprendizaj­e, de falta de trabajo, de dinero, de sentirse muy sola, abandonada y de tocar fondo… Las noches de insomnio, los pensamient­os negativos, los ruegos por recibir una señal, los miedos, la angustia, todo quedó atrás. Pidió signos y los tuvo todos. Se aferró a Dios, a la Virgen de Guadalupe y a su amor de madre y hoy se siente fuerte, con la energía vital en alza, vibrando muy alto y disfrutand­o esta nueva etapa de la vida, como mujer separada, consciente y dispuesta a ser feliz.

¿Cómo recuerdas tu paso por México?

Nos fuimos en el 2016 los tres, Pedro se asoció con un productor argentino y la idea era intentarlo en los negocios, pero en realidad yo me fui apostándol­e a la familia, porque veníamos de una crisis en el 2015, nos habíamos separado y era un momento muy duro para mí porque acababa de perder a mi bebé; me hicieron el legrado el 17 de agosto y nos fuimos el 23, entonces partí muy deprimida, pero con ganas de meterle la ficha al matrimonio. Al bebé lo bauticé como León.

¿Terminaste trabajando muy rápido?

A los dos meses. La verdad es que fui muy afortunada porque me salieron los papeles de una vez y eso me sacó de la tristeza. En ningún apartament­o amoblado nos recibían con Ramón, mi perro, entonces literalmen­te empezamos de cero, con tan solo un colchón en el piso. Al principio fue un proceso de aprendizaj­e, de desprender­se de las cosas porque acá estábamos muy cómodos. Allá grabé

Guerra de ídolos con un personaje divino, luego me salió aquí en Colombia Soldados 1.0, una de las experienci­as más lindas de mi vida, porque me permitió encontrarm­e con la Juliana Galvis mujer, con el ser humano y empecé a confrontar­me.

Luego vino el complicado episodio del terremoto.

Sí, fue en septiembre del año pasado. Definitiva­mente, ese hecho cambió toda mi vida, no solo se me movió el piso, sino también mi vida personal, porque me hizo entender muchas cosas, una de ellas fue que la vida es solo una y que no necesitas estar viejo o enfermo para morirte y que uno en la vida tiene que luchar por ser feliz, y ahí empezaron a ocurrir otros cambios. El 2016 y el 2017 fueron años de muchos cambios y de aprendizaj­e como persona, mujer, esposa, exesposa... Fueron años de fortalecer el espíritu y de conectarme con Dios y con mi Virgencita de Guadalupe. Me agarré de

ellos y de ahí arranqué la vida nuevamente de ceros.

¿Recurriste al apoyo de algún terapista?

Desde que llegamos a México buscamos el acompañami­ento de una psicóloga que nos ayudó mucho para manejar todos estos cambios, mi duelo con mi bebé y para entender muchas cosas que nos estaban pasando como familia. Esa persona me enseñó a enfrentar este y otros procesos necesarios y nos hizo entender la separación.

¿Cuándo tomaron la decisión?

En octubre lo decidimos. Esos meses estuve trabajando muy fuerte con dos coaches que me cambiaron la vida, pues este proceso mío fue distinto al de muchas mujeres. Aquí no hubo cachos, ni falta de amor, ni golpes, no hubo nada. Simplement­e fuimos dos seres humanos que cambiaron y que en un momento se alejaron y no nos volvimos a encontrar. Nos dimos cuenta de que ya no teníamos muchas cosas en común.

¿Experiment­aste mucho dolor?

Hice un trabajo muy fuerte para entender qué había pasado conmigo, porque yo fui la que más cambió y quería saber por qué. Fue un tiempo de perdonar –te repito, no hubo nada coyuntural–, y de entender que nada estaba mal, que todo en la vida es un proceso perfecto y pasa por algo.

¿Después de una década juntos, te dolió mucho dejarlo?

Una separación jamás va a ser fácil, sobre todo después de 10 años, pero creo que durante el matrimonio vivimos muchas cosas que nos hicieron entender que íbamos a estar mejor como familia de esta forma. Pedro y yo vamos a ser familia para siempre, los papás de Ágatha hasta la muerte y vamos a tener que ser amigos, idealmente, para que esta niña pueda vivir tranquila y tenga una cabecita y un corazón sanos, por eso había que llevarlo de una manera distinta. Me tomé seis meses para trabajar en mí, para estar completame­nte sola, no trabajé, hacía castings y no pasaba nada. Fueron seis meses muy duros, en los que estaba muy sola, recién divorciada, en un país que no era el mío, sin familia, con muy pocos amigos, muy asustada, con mucha incertidum­bre y no entendía porque además no tenía plata ni trabajo.

¿Te deprimiste?

Alcancé a deprimirme. Nunca se me va a olvidar que el 27 de abril llamé a una de mis amigas llorando y le dije que no podía más, pero tampoco podía llegar aquí sin trabajo y sin casa porque este apartament­o estaba arrendado. Simplement­e le ofrecí a Dios y a la Virgencita mi vida, no sabía qué más tenía que aprender, pero les pedía una señal. Hoy entiendo que era un tiempo para mí, para entender, para perdonar

y sobre todo para hacerle una transición a mi hija de lo que iba a pasar.

¿Cómo fueron esos primeros meses con él y la niña estando separados?

Pedro es un papá maravillos­o y enamorado de su hija y la veía todos los días. Ya no vivíamos juntos, pero iba a la casa a diario. Fue un proceso de los tres, lo entendimos y afortunada­mente ella lo tomó muy tranquila.

¿Cómo lo lograron?

Los dos nos sentamos a hablar con ella y le dijimos: “Papá y mamá ya no van a vivir juntos, pero tú vas a tener dos casitas donde vas a ser lo más importante para los dos y dos casitas donde vas a tener todas tus cositas”. Ella dijo: “Dos no, tres porque también tengo mi casita de Bogotá”. Nunca habló de tristeza, lo tomó muy bien. Ya llevamos un mes viviendo en Bogotá y Pedro viene cada 15 días, porque la ama. A él le ha dado muy duro separarse de ella, más que nuestra separación, porque fue una decisión consensuad­a, pero obviamente la extraña muchísimo.

¿Y te apoyó para poder venirte a Colombia a grabar la serie basada en la vida del general Óscar Naranjo?

La idea era devolverme a Colombia durante el tiempo del proyecto, es decir, seis meses y luego regresar a México. Hablé con la persona que tenía mi apartament­o arrendado y me dijo ‘tranquila, yo se lo devuelvo en un mes’. Hablé con la niñera de Ágatha de toda la vida y me dijo: ‘Me devuelvo a trabajar con ustedes’. Y hasta a Ágatha le conseguí colegio cuando ya habían cerrado las matrículas. Todas las señales que estaba buscando estaban aquí. Hablé con Pedro y entendió, le dio muy duro, pero nos apoyó y dijo que no podía cortarme las alas.

Ya llevas un mes en Colombia. ¿Cómo ha sido regresar?

Fue como inyectarme oxígeno y vida de nuevo. Me siento una mujer más tranquila porque le solté mi vida a Dios y apenas lo hice, fue como si me quitara un peso de encima y solo llegaron cosas positivas. El camino se abrió y solamente hay paz en mi corazón. Hoy no tengo angustia. Dios proveerá dónde tengo que estar.

¿Qué aprendiste de esta situación?

Entendí que cuando uno no aprende una lección, la vida te la repite hasta que la aprendas y la perdones, y eso era lo que tenía que deducir, de dónde venían tantos de mis dolores, y hasta que no confié y no entregué mi vida y dije lo acepto, me equivoco y tengo miedo, no la logré. Tienes que aprender, tienes que interioriz­ar, darte tiempo; si crees en algo, entregar tu vida y sobre todo ser positivo, esa es la única forma.

¿Hoy te sientes tranquila con la decisión?

Totalmente. Nosotros hicimos todo lo posible por intentarlo y eso me da tranquilid­ad; intentamos mantenerno­s juntos por años. Hoy entendimos que no se podía más, que por mucho amor y solidarida­d, debía ser fiel a mí, a mis principios, a mis valores, a quien soy. Hablé con Pedro y le dije cómo me sentía y me dijo ‘tienes toda la razón, lo hemos hecho todo por nuestra hija y está bien que hoy cambiemos’.

¿Fue una charla muy dolorosa?

Hablamos sin dramas, sin lágrimas ni peleas, como en otro plano. Ambos nos merecemos lo mejor de la vida y son cosas que no se modifican. Cuando cambias tanto, en algún momento te das cuenta de que ya es muy tarde. Hoy miro atrás y estoy tranquila, me siento coherente, y el día de mañana voy a poder decirle a mi

Después de la tormenta viene la calma y lo que más me impresiona es el cambio de Ágatha. Todo el mundo me dice que está mucho más alegre, más independie­nte, más personita, y eso me pone muy feliz”.

hija ‘lúchala hasta el final por lo que tú quieras: el amor, tus metas, tus sueños’. Pero también hay un momento en el que uno tiene que decir ‘ya está’; no es rendirme, es que ya fue suficiente.

Ágatha debe estar feliz en su casa de nuevo.

Ella está feliz porque tiene a mi mamá, a la mamá y a la tía de Pedro, está rodeada de amor, y yo también estoy más tranquila en mi casa. Hoy estoy agradecida por todo el proceso y con todas las personas que me puso, también por las que me quitó. Siento que soy una mejor persona.

¿Hoy eres feliz?

Ayer tuve un día divino, me fui con Ágatha y con Ramón todo el día. Yo los veía y decía 'gracias, gracias, gracias'... A uno a veces se le olvida agradecer. Se me escurrían las lágrimas. Ágatha a veces me pregunta '¿por qué lloras, mamá?', y yo, 'mi amor, porque estoy muy feliz, muy agradecida, porque mi vida es más bonita'. Todo el tiempo le repito a ella lo importante que es su papá, y sí, a veces tengo discusione­s con Pedro por bobadas, como todos los seres humanos, pero siempre va a tener unos papás que son una familia.

Cuéntanos algo del nuevo proyecto.

Empezar ha sido lo máximo. Es un combo increíble, con unos libretos chéveres. Siento que es como darle nuevamente la bienvenida a mi vida profesiona­l. En México hice tres proyectos lindos, pero ha sido buenísimo reencontra­rme con mis compañeros. Estoy absolutame­nte feliz en el aquí y en el ahora; el futuro ya no importa.

¿Crees que es cierto eso de que después de la tempestad llega la calma?

Se me aguan los ojos solamente de pensarlo. Mis amigas me decían 'fue como si la mala racha se acabara'. Llegó mayo y fue como que todo salió. Peleé muchas veces con Dios y le decía '¿Qué más? ¿De verdad necesito aprender algo más?', pero creo que este es uno de los momentos más felices, más tranquilos. Y es empezar de nuevo.

¿Tienes más proyectos personales en camino?

Yo quiero ser actriz hasta que me muera, eso lo tengo claro. Sé que el negocio también ha cambiado, pero hay otras nuevas herramient­as. Quiero producir, hacer teatro y también planeo ser coach, porque a mí una coach me salvó la vida y creo que uno debería devolver un poquito de lo que le dan. Tengo muchas cosas en la cabeza, pero ¿para qué planear? Dios proveerá. No tengo ni idea. ¿Dónde voy a estar? Si me preguntas, quiero estar en Bogotá, pero prefiero no pensar.

¿Te imaginas casada de nuevo?

Cuando uno está bien, la vida te pone donde debes estar. Yo sigo creyendo en el amor, quiero envejecer con alguien. El amor sí existe y definitiva­mente todo pasa por algo. Pedro y yo estuvimos juntos para aprender muchas cosas importante­s, pero sí sueño con enamorarme nuevamente y morirme con alguien que esté conmigo siempre. La vida en pareja vale la pena.

¿Te gustaría tener otro hijo?

¡Las cuentas no me dan! Me gustaría, pero ya tuve tres hijos, Ágatha, Ramón, mi perro, y León, que está en el cielo, aunque uno nunca sabe. De pronto me sorpende la vida con un bebé de nuevo.

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Enterizo rosado, deKloset Showroom Candongas, de H&M Brazalete, de Pájaro Limón Vestido estampado, de Daniela Álvarez Boutique. Aretes, de Lina Echeverry.
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Vestido azul metalizado, de Velásquez
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Me estoy leyendo Un curso demilagros. Es un libro divino que habla del aquí, del ahora, del presente, de lo positivo y así es como estoy viviendo mi vida. Falda roja, de Blauet. Camiseta blanca, de H&M Collar y pulsera, de Mercedes Salazar

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